Del otro lado del muro.

Me estoy yendo de tus pensamientos vacíos y  permaneceré en tus recuerdos eternamente, pero eso ya depende de ti.

Tu tal vez ya te diste cuenta que estoy para ti, pero ya no puedo resignarme a sobrellevar las lagrimas que colectivamente contigo acarreaba y establecer existencias ficticias donde siempre surgiste venciendo y proporcionándote la razón en todo.
¿Dónde residías cuando requería unos hombros en donde repose mi instinto de soportar? Y ¿Dónde estabas cuando exigía ser feliz entre el delirio que me instauraste y luego rompiste entre unas desilusiones y solitarias reprochas?

Ya dejar de lado el tema y todo lo que encierre este contexto, incluyéndome.  Anda con esa minúscula belleza de alma y no te acuerdes de mí porque no me quiero acordar de ti, no quiero idealizarte, porque sería perder el tiempo. Voy a convertirme en un burbujeo, me podrás ver pero me desvaneceré entre tus manos y me reconciliare con mi soledad, para no volverte a estimar.

¿A donde sale la noche?

Esta Saliente noche se sitúa triste, contemplando el alba y no esta al tanto que decir, ni que deliberar. Todas las ideas que había pensado se irán al comino, tal como una cometa manejada por un infante.
¿Dónde esta el secreto de su cofre subrepticio? Solicito saberlo, porque las sombras requieren saber al dedillo, que es la realidad o la refulgencia de toda esta triste aflicción, ocasionada por esta oscuridad, por un estúpido proceder envuelto por  tus labios.
Todos tus agravios los puedo colgar en el edén como estrellas al centellear esperando que se los lleve el astro y volverlos a ver la siguiente sombra sin bruma, como también puedo tenderlos en el  nirvana. Espero que en  las próximas  auroras descanse mi alma fustrada, mientras en las noches conmemore tu presencia y me hunda en el trance de mi espectro.