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martes, 31 de diciembre de 2013

No hay infinito en esta nota.

La idea de que este año termina me genera la sensación de tocar el suelo y percibir que ya no soy eterno, ni los sueños y tampoco mi alma. Ya no puedo jugar con mi cuerpo, flexionarlo y engañar al mundo con varios movimientos mentales. Tengo la edad de todo soñador, pero la mente de un condenado a muerte. Ahora que pierdo la borrosidad de la utopía, me ahogo como todo realista sin maravilloso destino.
En estos días voy perdiendo la sonrisa de mi espíritu, alzo la bandera de la ciudad gris; mientras desparramo los latidos de mi corazón taciturno y pienso en las estrellas solas que están lejos y nunca llegaré a tocar.
No sé qué destino tendrá mi amor al vacío, ni la salud al lado suyo. Menos sé que amistad vendrá y si la muerte está cerca, pues bienvenida; siempre estaré esperándola con las manos abiertas para darle un fuerte apretón, porque no quiero perderme lo bello de la despedida en estos días terribles de sentirme un día mortal con sus horas contadas y sus minutos perdidos por el olvido.

Suerte en todo señor, pero a mí como a Vallejo me gusta la vida mucho menos que otros días, tristes y vacíos. Muy triste será no morir en París, ahora que extraño las calles de mi adolescencia y el poema 20 de la pubertad, anhelaba morir en esa ciudad muerta de poetas. Ya no hay Habana donde quiera vivir, ni un che en mi corazón que me haga latir otra vez el sentimiento de vivir un para siempre. Solo estoy yo, consumido por una sociedad cambiante.

Morir no es malo, ni vivir tampoco. Es solo las ganas de volver a vivir los dieciocho otra vez, bailar en la ignorancia y ver percibiendo la luz de un conocimiento que nos hace soñar a escondidas el canto de una sirena en el mar infinito de las historias humanas.  


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Poesía en las calles - Durazno Sangrando

Poesía en las calles
Durazno Sangrando cerrará este 2013 con una noche llena de poesía.

Este jueves 19 de diciembre, desde las seis de la tarde, el colectivo “Durazno Sangrando” presentará su quinto recital de poesía, esta vez, con motivo de fin de año. Con sede en el Albazos PiscoBar (Calle Berlín 172, Miraflores), se esperará a todos los interesados en dicho arte para compartir, una vez más, una experiencia íntima con la poesía. Una experiencia que, como pocas, es capaz de desequilibrar los sentidos y detener el tiempo.

Durazno Sangrando, fundado en marzo del presente año, es un colectivo difusor de poesía, que a través de la promoción de su lectura y escritura, nos introduce a un nuevo escenario de poetas y amantes de la poesía, quienes reunidos con un solo propósito acudirán al presente recital.

En esta oportunidad, además de disfrutar de una improvisación de pintura, gracias a la artista Stephanie Soria, se contará con nueve poetas, quienes han sido organizados en tres mesas: la primera de ellas será inaugurada por el poeta Paul Forsyth. Proseguirá Manuel Liendo y Eduardo Cabezudo finalizará con los poemas elegidos para la noche. En la segunda mesa, recitaránCecilia Podestá, Adriana Malnati yFernando Reverter. Finalmente, en la tercera mesa, Mari Nakazaki, Renzo Brusco –ámbos integrantes del colectivo- junto con Daniel Diaz Ezcurra, se encargarán de consumar la noche.


Durazno Sangrando apuesta por la creación de nuevos escenarios de poesía. Asimismo, ha concentrado sus esfuerzos, con la cooperación del colectivo “Epítome”, en la creación de esta especial edición de fin de año, a la que, realmente, vale la pena acudir.



Para mayor información

El café de Emilio - La desilusión del poeta.

Ni la luna llena reflejada en el mar del panorama que se puede apreciar desde el parque Salazar, saciaba el corazón del pobre Emilio en aquellas noches grises ambientadas por un gélido viento que desmoronaba las lágrimas de su pobre rostro maquillado del tráfico limeño. Su pecho sentía la depresiva sensación de estar solo entre el medio millón de habitantes en la capital y su pérdida mirada, llena de llanto lo llevó a alguna tienda cercana del parque; perdiéndose por las calles oscuras de O'Donovan como una sombra en la oscuridad no entendía si realmente él era real.
Cuando encontró la luz de una tienda, empapada por carteles de helados y otros baratos productos  desesperadamente pidió al ingresar un ron al precio de una lata de leche,  dos gaseosas personales y una cajetilla de veintes balas de tabaco. Como si los minutos al combinarlos con cubas libres envejecieran su carisma, la pobre pinta criolla de su rostro limeño en ruina iba delatándolo con el sereno que de un modo amable le pidió que no siga bebiendo en las áreas públicas. Jocoso, derramaba carcajadas Emilio ante el rostro del sereno.
-Joven, no es por molestarlo; pero no está permitido tomar en áreas públicas. Los vecinos se quejan y luego la culpa recae sobre nosotros.- Decía el sereno humilde, sin matonerías como otros serenos del distrito. El trato le agradó a Emilio, contándole un resumen de su actitud miraflorina bohemia; aunque poca entendible.
-Entiendo tu trabajo, vivo en el distrito y sé que es generar disturbios o ridiculeces como esta. Lo que menos quiere Miraflores es ver el pasado en el presente, seguir viendo ebrios vomitando en algún parque da vergüenza. No te preocupes ya me retiraré en dos minutos, permíteme tomar los últimos sorbos de esta botella y me voy.-
No pasaron más de tres minutos y el bohemio se fue a su hogar caminando por la avenida Larco; viendo los borrosos rostros de los transeúntes solitarios y parejas felices que iban al malecón a pasar un agradable momento de la sociedad limeña.
Perdiendo su propia razón, el rostro condenado estaba a unas cuadras de su propia casa y en la bodega del chino compró otra botella de ron negro, pero en esta ocasión una que alcance toda el alba.  Arrastrando su cuerpo al llegar a su casa, se había confundido si lloraba por Micaela o Julia o alguna musa del pasado. Daba igual, lloraba por amor. Encontró en su sala, dos cajetillas de cigarros y prendió su laptop a un volumen apto para los oídos de Emilio; Rodriguez y Milanes cantaban para sus penas.  Mientras llegaban los dolores del espíritu, recostados sobre su mente; una pena profunda de su pequeña alma brotaba de los campos por cada sorbo bebido de alcohol absorbiendo los sueños de amor del pobre poeta. La debilidad desgarró sus fuerzas; como si un pedazo de vidrio rompiera una piedra. Las ilusiones escapan del cuerpo catastrófico que las albergaba a través de las lágrimas y de sus poros el sudor sabor a ron, dejaba rastro en el lapicero con el que escribía poema tras poemas toda la madrugada.
Cataratas y desbordes de llantos embarraban los antiguos versos que leía, como si se perdiera en una trágica historia de Alejandría toda la cultura de amor a dos poderosas afroditas.
Ante el apocalíptico suceso la vida y la muerte dejaron sola a la soledad de Emilio con él, como si fuera un objeto inerte. Tal roca sin presencia de nadie, ni el propio tiempo quiso quedarse, huyendo del funesto presente.  Hasta que el alba llegó y el cuerpo despoblado de emociones, no emitía un latido de vida.  El cadáver se levantó, después de la vida y muerte, percibiendo que todo había acabado en una terrible sequía de sentimientos.  Sin rostro, ni alma era un cadáver sin identificación. Un desaparecido esparcido en el pensamiento de vivir sin amar. Sin volver amar infinitamente. Había exiliado a Cupido y colocó en sus campos muertos una lápida al pensamiento romanticista de aquella noche.

domingo, 8 de diciembre de 2013

El café de Emilio - Un breve beso eterno.

Los alrededores de la Huaca Pucllana son preferibles para los deportistas y  los consumidores de marihuana y amor que desean sorprender a sus grupos sociales.
Era cuestión de ver las pruebas del pasado y las que vendrían a futuro, a través de la especulación para analizar el trágico recuerdo de un Emilio olvidado por sus amigos.

No era el rebote de un latido venenoso, pero debía conversar con alguien. Por la situación la única persona con la que podía conversar, era Julia. Saldría a pasear por los alrededores de mi casa y no habría ningún problema, como los que teníamos en el pasado. El presente era muy distinto. Ella andaba con ese tal “flaco”. Estaba seguro que nuestra salida iba a ser consolidada como los inicios de nuestra amistad. Dejando atrás esos sentimiento enfermizos que no entendía.

La esperaba sentado en la banca del pequeño parque sin nombre, que cruzaba la calle General Borgoña con la calle Sarrio; prendiendo otro cigarro y mirando los carros estacionados. Al llegar se dijeron lo clásico de siempre. “¿Cómo estás? y las novedades matutinas.”
Lo que me sorprendió fue su necesidad de evocar el pasado, como si hubiera sido perfecto. No les puedo negar los maravillosos momentos que había compartido con ella, pero traer las sensaciones enterradas a la vida actual. Son comportamientos que nunca deben pasar, por cuestiones del bienestar de un héroe de batalla, en la amistad bautizada al amor. Estoy seguro que cualquiera que pase por lo mismo que pasé yo, estuviera condenado a vivir otra vez un ciclo de dudas sobre si verdaderamente está enamorado. A pesar de estas dudas que venían a mí, mi indiferencia por mi propio bien se mantuvo de pie, hasta que no sabíamos que hacer y la tarde se hacía larga. Fue cuando recordé la casa a pocas cuadras donde estábamos de Arianna, una amiga que teníamos entre los dos. Podíamos visitarla y así evadir mayores recuerdos. Sin una palabra de mi plan espontáneo, fuimos por la Calle Ayacucho mientras su voz desesperada callaba mi indiferencia. Por suerte, estábamos cada vez más cerca, en plena Avenida Arequipa. Aunque no sabía si llegaría con mis cinco sentidos a la casa de Arianna por los múltiples recuerdos que me traía. En el cruce de la Arequipa y Domingo Orué mi pobre manera de dejarme llevar por Julia había brotado instantáneamente. A pesar de mi intento de mantenerme indiferente, incrementaban los deseos. Cerca de la puerta de Arianna, cada vez eran más. Ya en la puerta, era muy tarde y me había dejado llevar por Julia. Tocamos el timbre y Julia no dijo nada. Arianna sorprendida nos miró y preguntó qué hacíamos juntos y en su puerta. Fue cuestión de unos minutos retóricos explicándole  que no teníamos nada que hacer y si podíamos estar con ella, para así no estar solo los dos en plena calle fría; ingresamos a su casa y fue cuando Julia preguntó si podíamos ver una película. Arianna me miró molesta y nos pidió que nos sentemos, porque no era el mejor momento para interrumpirla. Estaba viendo Rashomon y nosotros habíamos llegado en una clásica escena. Fue cuando guardamos silencio, nos sentamos y dominado por la dopamina impulsada de Julia, jugué con el tazón de palomitas de maíz cogiendo un grupo de ellas y entregándolas a su boca. Sigilosamente, sin que Arianna se desconcentre de su película. Entre esos juegos que hacían a Julia, el “Cesar” miraba atentamente como sus labios se dejaban llevar por donde mi mano se movía y en mí pecho sentía la marea de un tsunami llegando a las orillas de mi corazón. Por lo jugado, ella deslizaba sus labios sobre mis manos, cuando entregaba las palomitas a su boca y entonces no esperé ni un minuto más para abrazarla. Cuando lo intenté y ella impulsó sus labios hacia los míos, como si fueran mis manos; nos entregamos en un breve beso de dos segundos. Sin entender que fue un beso, intenté abrazarla de nuevo, pero una vez más un breve beso de tres segundos se impuso al abrazo frustrado. Perdiendo la razón por el impulso desestabilizador. Terminábamos de ver la película, tomados de la mano.
Fueron esos dos cortos besos, los que vistieron a Julia una Musa para mí. Cuando al terminar la película Arianna se levantó sin decir nada y se dirigió a su cocina. Aproveché ese corto momento, para entregarle un beso en la frente, como los que le daba por tanto respeto tenidos a ella, así recordando los más grandes recuerdos de una dorada época de amistad con beneficios de pasados tiempos con ella. Al regresar Arianna, nos despedimos de ella, porque ya no sabíamos que hacer. Salimos y nos despedimos de ella con las dilatadas miradas entre nosotros. Fue cuando sonó la puerta cerrarse y el impulso brotó de mi alma, como un muerto se levanta de su tumba para aferrarme a su cuerpo, besándola en el ocaso cubierto por casas; abrazándonos para no caernos, mientras flotábamos en la acera nuestras almas eran una marea del océano profundo. Luego como si fueran réplicas de nuestros besos, llegaron más en cada cuadra que cruzábamos. Penetrando al infinito deseo sexual, cuando estábamos cerca mi casa; pero mi devoción romántica para eso tiempos dejó llevarse por lo obtenido y seguir sujetándome a esos labios. Después de aproximadamente 23 cuadras llegamos al Parque Henry Dunnant y decidió irse sola a su casa, con su pequeña voz inocente.

La besó en la frente y ella le entregó un abrazo en la noche larga del malecón. Se despidió y él tan satisfecho regresó a su casa. Lo irónico de todo fue olvidarse de lo que tenía que contarle. Recogía la tinta derramaba por las calles que cruzaron y Emilio al llegar a su casa, se conectó por la red social que solía usar para conversar con la peor condena de todas, el sufrimiento eterno que Cristo nunca pagó por él. Julia le había dicho que había cometido un error y él solo le siguió la corriente, diciendo que no había pasado nada, cuando Julia para calmarse dejó de hablar sin despedida.

Un día se había hecho una década para un corazón roto y para la indiferencia, solo una hora de experiencia.

lunes, 2 de diciembre de 2013

El café de Emilio - El deseo contagioso.

El parque del amor aunque suene paradójico es el espacio menos apreciado por las parejas bohemias. Será tal vez su cliché, su popularidad de centro comercial o tal vez sea por ser vecino del puente Villena (antiguo hogar de suicidas) También se especula que es el parque y no el puente el que ha condenado a la muerte a cientos de personas; mientras las trágicas víctimas del puente son solo la muestra radical de la combinación de recuerdos tatuados en el pasado, intentando escapar de algún error amoroso comenzado en el parque del amor.
Realmente poca importancia tenía una leyenda urbana como la que Emilio  repetía en sus escritos, en el fondo mostrando su antipatía por el parque; tal como Andrés, al decir que en cualquier parte del malecón miraflorino los actos sexuales se tornan eróticos al esconderse y los nervios de los participantes del deseo encarnado ponen a prueba sus sentidos para evitar algún morboso espectador o una víctima de una indeseada vista. Digamos que para Andrés era absurdo el parque del amor, cuando el amor se practica en todos lados menos en ese espacio del malecón.

Era curiosamente tarde, sin consciencia de serlo. Preguntaría cualquier cosa, pero no deseó hacerlo. Se mantuvo callada. Sin un saludo, me miraba enojada y de su furiosa lengua escupió sobre mi mente el olor de un café de hace veinte minutos traídos al presente por invocar un fastidioso recuerdo por mi tardía llegada. Realmente no sabía que hacer, las tardanzas suelen suceder en la vida informal del cariño, como en el espacio espiritual o abstracto. Era evidente su enojo y ante eso quería decirle “Dios tarda, pero no olvida” pero hubiera brotado su enojo mas de lo que ya estaba y su ateísmo budista se hubiera consolidado por ese dicho pronunciado. Así que preferí decirle algo supuestamente ético y romántico “Perdón” pero para qué dije eso. La cura, fue peor que la enfermedad. Recibí en pleno parque del amor una cátedra de mi  primer acto incorrecto en las primeras dos semanas de relación. Como si fuera poco para mí –ya hubiera querido- se quitó la chompa ligera de encima para mostrar la mitad de su sus senos al descubierto con la excusa del caluroso clima. Nunca antes había visto sus senos como ese día, tan deseados por mi instinto castigado, cuando intenté acercarme y se apartó de mí. Capté inmediatamente lo que buscaba. Empatía. Ella quería que la entendiera, pero no sabía qué hacer en ese preciso instante. Hasta que una idea brotó de uno de los bolsillos de mi saco, al entregarle el habano que recién había comprado para esa noche, el cual iba a usar para liberar toda pereza y hacer de mi noche, una bohemia compañía. Al explicarle la importancia de mi puro y haber visto una sonrisa en su rostro al entregárselo; percibí que toda estaba resuelto.
Nos sentamos en una de las bancas de balta, cuando mis latidos se aceleraban con sus besos y al cesar mis labios recorrían su cuello; sutilmente rozaban las faldas de sus senos, mientras exhalaba sobre mi cuello. Sentí desenfrenadamente el deseo de hacerla sentir en donde sea posible lo mismo y mucho más de lo que mi cuerpo excitado pedía a gritos. Era cuestión de minutos, para llevarla a mi casa; pero trágicamente el tiempo no estaba a favor nuestro. Lo cual no fue un fastidio para mí, pero para mi mente y mi emocionado miembro era desesperante no haber logrado nada ese día, cuales para compensarlos tuve que relajarlos con la imaginación, usando la divina masturbación que me brindaba Dionisio, para poder esa noche concentrarme en la música.

La noche llegaba y las responsabilidades de los dos se tornaban estresantes, cada minuto que pasaba. Era el momento de dejarla en su hogar y firmar la salida con otro de esos besos largos, tatuados en los labios de ella. Recordando rumbo a mi casa, cuando nos levantamos de las bancas de balta su mirada directa a mi bulto cubierto, intentando con la fantasía desvestirlo. Ese día me aprendí que el deseo es contagioso. Dejándome ese recuerdo pensativo por la calle San Martín. 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

El café de Emilio - La primera noche.

A veces uno se echa sobre el pasto de un parque y ve el cielo de Lima deslizándose como una serpiente ploma entre los edificios de la ciudad, recordándote que es Miraflores por la tarde y el tráfico parió otro hijo. Suele pasar, si eres un curioso-de-la-nada. Perseguir a esas serpientes, dejándote llevar por el misterio; como cuando uno es pequeño y siente que el Sol del sur lo persigue hasta la capital. 
Una inexplicable sensación dentro de Andrés, se asemejaba al sol que lo acompañaba al Pasaje San Martín, donde vivía Micaela. Él, llevado por el pensamiento nervioso de arriesgar lo que tenía a su mano -flacas sin compromisos y ningún argumento para alguna persona- arriesgaba lo que tenía por ella. Bañado en un perfume nuevo, el músico estaba con una guitarra en su espalda y preparado para soltar sus mejores cartas por la noche. No solo había tocado el timbre cuando llegó al edificio, sino también había llegado al corazón de una cierta cantidad de nervios para acabar con estos y atender la tranquilidad de ella; cuando al sonar en la habitación del 401, Micaela esperaba lista su llegada. 

Tardando la respuesta de Micaela al responder por el intercomunicador, los nervios consumían al inexperto Andrés en relaciones serias –según la crítica de la generación Andrés-  Andrés se había transformado por el sudor invisible, que se deslizaba por su piel en un Emilio enamorado; pero al darse cuenta de su cambio y verse ante el reflejo de la luna de un carro, con la boina y los lentes de Emilio; recordó el gozo de tener a su favor la racha de victorias sin ninguna derrota, como las que no tenía Emilio. Sabía que era seguro de su triunfo al recordar las palabras de Micaela y él estar ahí, esperando salir con ella. Borrando de su rostro el maquillaje Emiliano que llevaba.
En el avance de esos pensamientos competitivos de ser el macho alfa de su cabeza y la cura de sus nervios, la voz de sirena de Micaela lo invitaba a subir, a través de su intercomunicador.

Micaela arreglaba la sala y había prendido un cigarro antes de la llegada de Andrés, para aromatizar el espacio donde vivía, dando la bienvenida y enviando un mensaje de libertad a Andrés; pero sin libertinaje debido a los ceniceros que había colocado sobre la mesa.
Sonreía al espejo, el cual la ayudó a terminar de maquillarse de tranquilidad. Cuando escuchó el timbre de su puerta y paró la sonrisa con unos ojos alborotados, miró a través del ojo mágico de la puerta y ahí estaba él, enfrente de ella perdido en un “cómo será por dentro, lo que no muestra al mundo exterior” con los pies suavemente flotando sobre el piso.
La puerta se abrió y ahí estaban los dos. Frente a frente; con los mismos saludos de siempre y los mortales corazones intentando unir sus propias almas en un sigiloso movimiento eterno, mientras sus razones dormían.
-Pasa, hay que ver una película ¿Qué opinas?-
Andrés estaba en su dicha. -Claro, no hay problema. Por mí normal. Hay que ver una de Stanley ¿qué opinas?- sonreía de un triunfo anticipado; el cual ya sabía por donde iba a ir, cuando atravesaba ese marco donde ingresaba solo las esenciales personas que ella dejaba pasar.
-Me encanta. Aunque yo estaba pensando en Fellini, pero bueno me diste otra genial idea.- Micaela intentando persuadir a Andrés, quería que el momento irónico del amor sea sentado en el sofá viendo una película lenta del cine francés. Fue cuando Andrés al darse cuenta que el ticket a su meta era solo posible con Fellini, aceptó la idea y al ingresar, Micaela le pidió que la acompañara a preparar crepés, porque no sería una buena película sin crepés. A ella le encantaba y de paso, él la ayudaría a preparar el café que él anhelaba, para no embriagarse de nicotina y besos pronosticados.
Entre carcajadas y una mesa que hacía de la cocina rincón de abrazos, chocaban espontáneamente los cuerpos con una conversación que evocaba a Salvador Dalí y Pablo Neruda; especiales para ellos al estar en la cocina. “Si fuera Dalí, mi café fuera un gato licuado” sin sentido la oración hacia aparentar a Andrés en un elixir de marihuana, como Micaela al decir que a Neruda se lo comieron los cronopios de Cortázar. Eso no fue de mucha gracia para Andrés, pero al decir que Emilio hubiera puesto el grito en el cielo por tal herejía al mundo literario latino; los dos empezaron a gritar en llantos de carcajadas imitándolo con su voz suave, pero pesada como un cortazariano fanático del real maravilloso y alguna novela de Virginia Wolf. Pasaron a la sala con los platos listos, dejando todo sobre la mesa al frente del sofá. Micaela se levantó con una sonrisa y con la sátira que se le caracteriza –Claro Andrés, sentémonos a ver la pantalla negra.- acabando con una sonrisa que penetraba los ojos del músico prendía el televisor y colocaba el disco en el DVD. Para seguir con el juego Andrés –Y dónde se apaga la luz de tu noctámbula sala.- Micaela se sentó en el sofá, sonriéndole y su brazo izquierdo por la espalda de Andrés apagó el interruptor; brazo que no se movió de la espalda, abrazándolo mientras la cara del puberto francés aparecía en el televisor. Para acomodarse, Andrés hizo maniobras con sus brazos. Tal como si fuera una guitarra, orientó el torso echado de ella sobre él, sin complicaciones de un brazo detrás suyo y perfecto para un beso en los créditos.

Pasaban los minutos en el suspenso de la película y la dueña de casa le pedía al inquilino de su corazón que le pasara los crepés, y este pedía que le prenda el cigarro de la boca. Cuando después de la taza de café, cigarros y varios crepés, él acercó su rostro en la escena del pequeño niño corriendo por la playa francesa desconocida que Micaela miraba atentamente y toscamente se perdió en un beso de unos leves segundos; cuando su alma sintió un breve golpe al espíritu desencadenado, para hacer lo que le pida el amor. Pasaron de breves a largos y hasta eternos besos inseparables, cuando llegaron a los créditos sin percibirlos y los besos mortales se reproducían hasta que llegó un respiro generando remesones en las manos de los dos; acariciando el rostro de ella con una y con la otra la cadera estática; mientras ella acariciaba su espalda y apoyaba el rostro en el cuello erótico del músico. Andrés desprendía las palabras finales de su solitaria vida pendeja con los nervios anestesiados – ¿Quieres estar conmigo?- 
En un segundo de silencio las energías se deslizaban como una cadena de energías, girando en torno de las piernas y los muslos detenidos, cuando la cadena mutó a serpiente y el abdomen había retenido en ese segundo el aire, antes de finalizar la oración de Andrés. Hasta que la serpiente ató el cuello, obligándola a escupir la palabra que brotaba del impulso innato humano. –Sí.- Sellando la conversación con un beso 
distinto al de otros,  elevando su alma mas allá de este planeta. 





sábado, 23 de noviembre de 2013

Desde la luna

Caminaba por la luna, esperando verte algún día desde un telescopio, para enviarte cartas desde la luna, cuando tú eras mi flor morena del cielo santo.
Le pedía al viento que atrapara al sol, para bañarte entre sus rayos y a las estrellas les rogaba una canción para ti, por si algún día quisieras estar a mi lado viendo el infinito vacío de la galaxia, pero vos malagradecida te alejabas del mar y en mi intento de estar cerca de ti, el mar inundaba tus casas vacías, donde esparcías los besos de muchos poetas que crecieron entre jazmines y las historias de artistas que en tus brazos se ahogaban.
Si un día paseas por un bosque y escuchas voces desde el cielo, recuerda que es un ángel que te llama manifestando mi espíritu santo en la angustia de vivir en un infierno, pues en mi intento que fueras feliz y al reconocer la derrota de verte partir, me escondía en el lado oscuro de esta luna, para no ser un figura santa de tus días laicos. 


Lloro por verme feliz.

Los sueños se pierden con el tiempo, en el silencio de los dieciocho hombres. Se van desvaneciendo, como el humo del cigarro. Las tintas van acabando con la imaginaria utopía de una meta y el papel terminó la historia sin un final. No sé a quién acudir, necesito una voz y la soledad otra vez insiste a la necesidad de ser una fría amiga cuando pido compañía.
El amor por mí se ha hundido en una crisis de ocaso y el solitario sueño se va apagar, mientras lloro por verme feliz, en una frustrada resurrección como escritor.

martes, 19 de noviembre de 2013

El café de Emilio - Conversando al lado de Ramón.

Esperaba a Emilio, para contarle todos los detalles en mente de su próxima salida con Micaela; pero esta vez sin engañarlo. Era una tarde para Andrés sentado con los cigarros contados en el bolsillo, en una de las bancas  -mal gastadas por escolares enamorados- del ovalo Julio Ramón Ribeyro. Contaría todo su plan para el pobre poeta urbano, ante los incómodos pensamientos de  no haber actuado de la manera correcta con él. Había prendido el cuarto cigarro y al pisar la colilla, una fría mano sintió sobre su hombro; cuando escuchó un “Hola, qué fue” de Emilio traído por una llamada a su celular en el cine pacifico, al ser necesitado por Andrés con ansías de conversar con alguien y él preocupado por la urgencia salió sin terminar de ver la película. Alejado del tiempo, sin recordar el dinero perdido ni el contexto solitario en el que se encontraba. Emilio llegó a tiempo, como había quedado con él “dame diez minutos y estoy ahí.” Siempre puntual y ahí estaba cuando volteó su rostro nervioso hacia el poeta, después de sentir la deshidratada mano de haber corrido la mitad de la avenida Pardo. Tal vez fueron las palabras de Andrés las que sentían el miedo; aunque no fueron impedimento para contarle a su amigo lo que sentía en ese momento.
 -Creo que ya me decidí.-
Emilio tratando de adivinar a qué se refería, se sentó a su lado. -¿De qué hablas?- Perdido en una conversación sin sentido.
-De Micaela. Me gusta y creo que por ella si soy capaz de dejarme de pendejadas.- Confesando lo que sentía por Micaela, dejando la razón durmiendo por un tiempo.
Con la risa brotando de la cara de Emilio e impresionado por lo que es capaz de hacer el amor «Jajaja qué mierda. ¿Esto es en serio?» despertó a una de sus voces dentro de él, cuando le pidió algo más concreto. 
-O sea ¿quieres estar con ella?- decía Emilio intentando prevalecer la seriedad y sin mucha preocupación por lo que vendría después, pero una voz en la cabeza de Emilio, le quitó las risas de la mente «Tú qué crees huevón. Es tardío, pero hasta los más grandes pendejos se enamoran.» Micaela era un tema olvidado, guardado en unos de sus bolsillos y prefería el bienestar de ella y el de Andrés, al de él, pero esa voz violó los códigos invocando ese gusto pecaminoso a la mente del literato.
-Men, si fuera otra flaca, tal vez no sería igual; pero no sé, siento algo distinto por ella. No sé qué es, pero quiero arriesgarme. Te lo juro- Tragando su propia saliva y angustiado por lo que sentía de no saber lo que quería. Andrés afirmaba sus sentimientos, sin consulta previa a los acalorados debates del corazón y la razón.
-Entonces ¿quieres estar con ella?- Esperando Emilio la respuesta como si fuera un juicio a cadena perpetua; a pesar de su preferencia por ellos dos. Él sabía que con un Sí se tatuaba en la mente la condena que pudo haber escuchado si hubiera sido más rápido en los juegos del amor.
-Sí.- Atravesaba los oídos de Emilio y antes de llegar al corazón alborotado. Emilio le dijo bebiendo un trago de su propia saliva.
-Sal con ella y dile para estar. Pásame un pucho.- 
Nervioso Andrés en el laberinto de la dopamina, le pidió ayuda al que siempre ayudaba. Sacando el quinto con el sexto cigarro, uno para Emilio y otro para él. 
-Eso haré, pero necesitaba que me dieras algún consejo.- Su voz inocente, sutil y virgen en relaciones, se entregaba al poeta prendiendo los cigarros. 
No sabía que aconsejarle, y al perderse en el laberinto de consejos egoístas se hundió en su adicción para soltar palabras de su propia fantasía, antes de la mediocre realidad que estaba pasando.
-Yo no te puedo dar consejos en esto. Debes ser tú y arriesgarte. Si realmente te quiere, va a estar ahí y seguro tú también estarás para ella. Solo debes luchar por ella y demostrarle que eres tú. Sin mascaras, ni disfraces. Es lo único que te puedo decir.- Pasando la saliva que embriaga sus pensamientos en un silencio de mente temporal. 
El chico que acababa de ser bautizado en el mundo del amor y dejaba atrás los vicios eróticos de todo joven, le sonreía a Emilio, sintiendo los remesones ilusorios de un futuro sin nombre.-Haré lo que pueda, gracias men. Trataré de mostrarle lo mejor de mí.- 

La necesidad de seguir hundiéndose era notaria, aunque Andrés nunca se daría cuenta por su narcisista personalidad. -No te preocupes. Me das unos puchos, antes que me vaya, porque había quedado hacer unas cosas después del cine y bueno, disculpa, pero son importantes.- Concedió los cigarros y con un “Chau, cuídate y suerte en todo”, mientras lo abrazaba; como un novato en mostrar cariño a sus amigos cercanos, se despedía Andrés de él. Entre la noche y las luces que giraban alrededor del ovalo Julio Ramón Ribeyro, y el pensamiento bohemio Emiliano alejándose de Pardo iba pintando la triste soledad de la avenida miraflorina. Sin escuchar Andrés el pensamiento «Cuánto amor habrá en el infierno, para seguir quedándome en esta maldita tierra»

lunes, 18 de noviembre de 2013

El café de Emilio - Sin permiso de conducir.

Eran los días de invierno empujando a un Agosto pensativo al exterminio del deseo masivo, de los que una vez anhelaban esa estación a una primavera olvidada en los cajones donde se guardan los polos de septiembre. 
Una gélida mañana en la cuadra siete de Grimaldo del Solar, los pretendientes cansados por la rutina recorrían la avenida sin mucho entusiasmo en sus bicicletas esperando un sol de septiembre que nunca llegaría. Diez cuadras después, fueron las que terminaron con el intento de Micaela por hacer ejercicios al sentir las piernas adormecidas; los músculos hinchados y el aire escapando por su boca agotada; acompañada de Andrés en el Malecón de Armendáriz. Aunque la gracia ácida de Andrés hidrataba el cansancio de Micaela, improvisando la letra de una trova burlesca, despertando los deseos por él una vez más, mientras los ojos de Micaela le sonreían a Andrés.
Él acomodó su bicicleta, para luego sentarse en el muro de ladrillos rojos del malecón -que llevan de vez en cuando una firma de amor en sus viejas pieles-. Miró a Micaela con una sonrisa de armonía, sin creer lo que él -un pendejo de nacimiento, con un historial de muslos que han pasado por sus piernas-. Iba a pensar de ese incógnito momento «Ni cagando me gusta esta flaca. Es hermosa, pero... Veré que hago con Viviane y Nicole» Las miradas entrelazadas de armonías y risas, entre bromas generaron la reflexión de Micaela y los pensamientos sobre él. Al grado de desear introducirse en su mente o solo confiar en las palabras de Andrés y en las drogas tóxicas para la razón. Una mezcla exacta para ella. Siendo para Micaela una elección y no el contenido que llena un vacío del alma. Andrés era elegido por su gracia, arte y atractiva beldad. «No sé que espera para besarme» Intranquila, pero siendo tranquila; deseaba esos labios.


Hasta que de pronto, en ese momento en el cual los labios se acercaban, aunque el tramo era largo entre historias de protestas, se escuchó un “¿Qué hacen aquí?” Partiendo las sonrisas de los dos, en un nuevo pasaje. 
-Oe, men qué haces tú aquí. Jajaja-. Intentando distraer a Emilio en un no-sé-qué-decir. Andrés tuve que mentirle de una forma instantánea, para no hacerlo sentir mal.
- Lo mismo pregunto-. Decía Emilio defraudado con la mirada perdida, esperando el saludo que nunca llegó de Micaela.
- Nada, men. Estaba paseando en bicicleta y cuando de pronto me encontré con Micaela y así paseamos juntos.- 
Emilio sabía que era engañado y que para mentiras a patas, Andrés no era ningún capo.   - Ah bueno. Yo estaba yendo a la casa de Julia, para dejarle unas cosas.-
Micaela para escapar del fraude notorio, intentaba sacudirse de Emilio de encima sin mencionarlo.-Andrés ya me tengo que ir ¿Vamos?- con un preciso retoque en la mirada, Emilio sabía que no estaba invitado y Andrés se despidió con un hablamos-mas-tarde. 

Al perder a Emilio de la vista. Micaela le dijo a Andrés que se iba a su casa fuera de mentiras, sin perdidas de tiempo y que cuando el tiempo sea solo para él, él la vaya a buscar un día, solo. Sin almas que lo acompañen, porque ella buscaba al personaje principal y no a secundarios. Andrés entendía a lo que se refería. Se dejó llevar por las cachetadas mentales que lanzaba Micaela y se enredó en su propio juego de dopaminas, enganchado por lo erótico y romántico de ella, cuando aceptó con el “No te preocupes, no volverá a pasar” y una sonrisa de aceptación-sin-ser-aceptada sabía que dejaría por un tiempo de ver a su amigo y perdería el tiempo en ella o tal vez lo ganaría en esta nueva presa rebelde que le sumaría puntos en sus conquistas infinitas.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Otra noche con la pequeña Julia.

Ella vive en el mismo edificio, perdiendo el tiempo con los sueños de sus pretendientes y cantando los caminos que irán hacia ella. No  tiene camisas viejas, siempre anda con la nueva y va gastando los dólares de sus padres en viejos polos. Pregúntale cuantos años va a cumplir la menor de edad.
Ahora pasa volando con sus aires de doncella, pierde el control cuando los vientos no son propicios para ella. Una discusión se hace tarde y las grietas que deja en la vereda se esparcen.  Ya sabes que dirá esta tarde, pero es impredecible lo que dijo antes. Otra noche con la pequeña Julia. Otra noche en Miraflores, mi corazón se derretirá por una tarde con ella en las calles de Petit Thours. Un beso frustrado y la esperanza de hablar se ahogarán con las fuerzas que necesitaré. Los sueños perdidos en sus alcantarillas arregladas, van caminando mal.

Esta tarde de Noviembre va siguiendo los pasos de una pequeña violadora de corazones y no sabemos para qué. Sigue saltando sobre su cama y adoptó otra tarántula para espantar a los cobardes. Suéltenme en mi perdición, para perderme entre los demás y así extraviarme en el intento. Seré un viento que no la incomodará, solo estaré en la pared. Bañado de blanco, como esta. Déjenme quedarme estampado en la pared para no incomodarle la tarde. No seré un valiente, ni un cobarde. Otra noche con la pequeña Julia, eso quiero ser.

Emilio Enamorado.

miércoles, 2 de octubre de 2013

El café de Emilio - La presencia de Julia.

Era un día pasado de copas en la calle alcanfores donde los postes alumbran el asfalto hecho por un alcalde olvidado por otras gestiones, cuando Emilio caminaba por ellas abrazando el olvido;  dos de sus amigos cercanos desaparecidos y la indiferencia de Julia. No pretendía recordar lo que olvidó y tampoco deseaba olvidar lo que había recordado, caminaba solo para vivir un nuevo presente marcado por los besos de hace dos semanas.  “¿Y ahora qué debe pasar en estos días, para reconocer la realidad?”

Mientras iba caminando, vio en el futuro de sus pasos una silueta que extrañaba en sus sueños. Pelo largo negro, ojos encuadrados entre lentes y una piel nívea que iluminaba el cielo, resplandecía la siguiente cuadra de Alcanfores. Era Julia la chica de sus llantos y el secreto de sus amigos, recordando sin pensar a Micaela y Andrés. 
Se acercaba el néctar de sus poemas y sus conversaciones;  los ojos de Emilio se tornaban carmesí, cuando un "hola" emocionado recompuso a Emilio en un distinto 
principio  al que ya había vivido con ella.
-Julia, cómo estás.-  No sabía que decir él con la voz estremecida por el saludo de ella. Esperando un beso o un abrazo, por lo menos una mirada de aprecio, pero el rostro insensible de Julia sin una chispa de amor dejaba a Emilio en una espera trágica. Ella veía en el rostro de Emilio, la trágica mirada ilusoria y tenía que ser ella la que acabe con todo ese cuento de ficción.
–Bien, comprando unos libros para las nuevas clases y  esperando a Rodrigo. ¿Qué haces por aquí?-
Julia apoyaba su mirada en el recuerdo de esos besos clandestinos que las noches de Domingo Orué se llevó con el nuevo romance que tenía entre manos su corazón. Inducía una nueva historia, nada que ver con el amor de los besos apasionados que se dieron. Dejando a Emilio en la duda rumbo al declive. 

-Y Rodrigo es…- Solo la respuesta de Julia  frenó a Emilio en un nuevo desenlace cayendo en un profundo abismo al prender un cigarro cuando escuchó “Mi enamorado” y darse cuenta que el resucitado romance había terminado con el beso en la frente.
Fingiendo las sonrisas y la sorpresa, como arte de un poeta decepcionado. Intento indagar más en la historia de Julia. -¿Cuánto tiempo van?-  Solo saber que hace unos dos meses atrás conoció a Rodrigo en un club de cine en Miraflores al ver una película de Almodóvar y hace una semana un colapso de ilusiones entre esos dos moribundos necesitados de amor, etiquetó su celebración del primer día, mientras el pasar de los días hizo fuerte su relación atravesando los mismos problemas que vivió Emilio con ella, pero en este caso el breve tiempo hacia de las suyas; lo dejó en un shock de desilusiones al sabor de su propia saliva, mientras pasaba por su garganta toda ese agrío sabor de no haber sido él, el elegido y amar a Julia amante de Rodrigo en tan corto tiempo; muy distinto a todo el esfuerzo y empeño de Emilio, por tratar de aferrarse a sus brazos una vez más.

La presencia montada en un caballo que imaginaba Emilio de Rodrigo bebiendo café agitó sus latidos con un beso de este ser de la nada a Julia y un apretón de manos al pobre desilusionado lo dejó crucificado cuando Julia se despidió del pobre poeta, después de presentarlo entre miradas que solo los antiguos amores reconocen a los nuevos reyes de esas tierras que fueron exiliados por el viento que se llevó la llama de una vela que colocaban a Cupido para que ese amor terrenal fuera para siempre.

Emilio se encontraba solo de nuevo, perdido en Alcanfores con las esperanzas marchitas y olvidando lo que hacía por esas calles, prendió un cigarro y recordó la frase que encasilló su destino por el chino de la bodega . “Al parecer está maldito enamorarse en Miraflores durante los años mozos.”
Mi alma se desmoronó al paso intentando sujetarse del corazón, pero el dolor fue más fuerte que la fuerza externa. Hecho de piedra, me sumergí en un llanto de lava. Quebrandome, como un pedazo de vidrio enpolvado. Era una vez más el amor vestido de muerte el que me pedía dejar este mundo, pero fue mi soledad la que me pidió quedarme con ella. Recordé a mis amigos, me olvidé del vacío que dejaron por su egoísta relación y traté de comunicarme con ellos; para por lo menos estar acompañado en estos solitarios días.

sábado, 21 de septiembre de 2013

El café de Emilio - La hora tomada

En el parque Clorinda, donde distintas aves silban a las 5 de madrugada, despertando a los más ancianos para que recorran el cuadrado dividido que los invita a vivir por unos años más. Las hojas de los arbustos miraban a los perros correr por todos lados. Se pusieron tristes por no tener el don de correr por el panorama que las ramas les otorgaron, entonces se vieron entre ellas y se tocaron las palmas prometiéndose nunca abandonarse, a pesar del deseo de recorrer tan lejano sueño en tan bella primavera. Como cambian las simples cosas; las hojas se fueron donde las llevó el viento y se olvidaron de sus promesas con un soplo de otoño. Tal pasó con Emilio y las promesas que le hizo a su corazón tan maltratado. Él estaba seguro de no volver a sentir lo que vivió con Julia, pero no pensaba que desafiar los mandamientos de Cupido le iba a desatar el castigo más grande entre todos los dioses del amor. Saborear la fantasía de haber estado a unos minutos de tener la suficiente valentía para decirle lo que sentía, el afecto distinto que tenía él por ella, entre todas las mujeres y conocer de golpe esa condena. “Se le sentencia a Emilio Rodríguez Silva encadenar su corazón y castigar su mente por siempre, por ser culpable a falta de valentía y desear a la mujer de su mejor amigo” decía la voz dentro de su consciente y en el mundo lleno de códigos. Mientras en sus sueños, su inconsciente escapaba de esa cárcel maldita y abrazaba sus deseos que habían crecido con el paso de los años.
Esa noche en el parque. La silla cargaba el cuerpo muerto de Emilio Rodríguez esperando la llegada de los recién presos del amor, treinta minutos antes de la hora tomada para reflexionar su postura de la relación o comportarse ante un balazo de besos ante sus ojos. Pasaban los minutos y sus ojos se iban pudriendo por dentro.
«Esto me pasa por cabro, si solo le hubiera dicho. Tal vez la historia hubiera sido distinta.» La sed amarga de una pareja y más aún su deseo estancado eran los pensamientos con los que pasaba el rato, mientras llegaban los muchachos. Al ser diez para las ocho con unos segundos, Micaela va corriendo donde Emilio desesperada para decirle unas cosas claras, para que todo el espacio salga perfecto. Intentando que su historia de amor sea la adecuada y probando el dulce manjar de los romances juveniles a su edad.
-Emilio, ¿cómo me veo?- decía Micaela agitando su corazón, más que su cuerpo.  Cuando Emilio vio en esta el jean que siempre le decía que se ponga, la polera manga larga que servía como fondo para resaltar el crucifijo que él le regaló, la boina de lana negra que compraron los dos juntos y se prestaban las veces que salían. Solo pensó en una cosa, mirando fijamente al crucifijo.
«Si él murió por amor, porque no me matas ahora que conozco el pecado del mundo.» -Te ves bien.-  decía Emilio con tranquilidad.
-Perfecto, ya mira. No sé, pero él es algo especial, después de lo que te conté hicimos video llamadas todos los días en las noches y tocaba a Silvio. Es tan lindo. Te lo juro, muero por él. ¿Tú qué me dices de él?-  Los oídos de Emilio no eran el mejor panal, para tales palabras bañadas de miel.  -.Sí Andrés es chévere, cuando lo conozcas te va a caer bien; harían una buena pareja.-  Repetía el mismo acto de Pedro ante Cristo y negaba el amor por ella sin gallos que cacaraqueaban. Micaela sonreía creando burbujas con posibles sucesos. (El primer mes, el aniversario, las maravillosas salidas y los abrazos infinitos con la firma de sus besos) Emilio pensaba (Su inevitable soledad, la boda de Micaela, los hijos de la relación y el día de su muerte) Andrés pensaba (Micaela y sus labios, sus ojos, su pelo,  su cuerpo; la primera vez; si durará más de un mes)
Andrés a media cuadra se preparaba para enfrentar en la plaza de su público ficticio al toro que esa noche quería dominar, para llevarse a casa la gloria cantada. El trovador vio de lejos a Emilio y Micaela sentados esperándolo, cuando llegó y la saludó impregnando sus labios por primera vez en su rostro. Emilio sintió una banderilla que le atravesaba todo el lomo delante del público ficticio que se burlaba de este pobre animal sin salida, ni futuro. –Disculpen la demora, tenía que  hacer unas cosas.-
-. No hay problema –dijo Micaela, sonriendo a los ojos de Andrés.- Andrés animado por la racha de goles que anotaba con solo estar presente animó sus cuerdas vocales y el arte que le nacía de seducir a jóvenes ninfas como Micaela. sacó la guitarra de pronto de su estuche.
-. Ya bueno, querías que toque “Te doy una canción”.-  Micaela con la ternura estampada en el rostro pardo, movía la cabeza verticalmente.
-. Ya regreso, voy por un café instantáneo.-
«Qué  mierda estoy pensando.»  Con un simple “ya” de parte de los dos, se fue del parque dejando solos a los ilusos, o, la ilusa con el hipnotizador de corazones. Iba cantando Andrés la canción al costado de ella. Micaela escuchaba la canción sentada al costado de él. Cuando de un “Te molesta mi amor” fueron trepando escalas con “La era está pariendo un corazón” Las almas se respiraban mutuamente, como si por suerte del destino el alma sudara;  hasta que acomodaron sus espíritus, para lanzarse al vacío de un beso. Asfixiando todo pensamiento y siendo solo el beso, la sombra de Emilio con su café se derrumbada a lo lejos por siete puñales en la espalda, veinte golpes en el rostro y una piedra que reventaba su cráneo para acabar con el tormento que llevaba en su cabeza. No volvió Emilio a la banca, se fue como un desaparecido del lugar.
Pasaron horas y minutos infinitos que hacían de la noche eterna, pero llegaba el momento de partir y como si fuera casualidad se preguntaron la existencia de otro ser en la tierra.
-Que raro. A dónde se habrá ido Emilio.- Decía Micaela desarreglada por los paros del corazón
-Seguro nos quiso dejar solos.-  
«qué buen pata es ese huevón.» volvía a respirar después de esos largos besos de cincuenta metros bajo el nivel del amor.




viernes, 20 de septiembre de 2013

El café de Emilio - En la lona

En este mundo no hay que aferrarse a nada.. así como te aferras a lo que te apasiona, dale una chequeada al otro mundo y a las personas que quieren saber de ti como lo hice en su momento yo. Espero que te vaya bien. Tu también sabes que podrás contar conmigo si necesitas alguien como yo en el mundo tan jodidamente bonito. Hasta siempre. Y ojala volvamos a vernos algún día sin presiones.

De ella, para mí.





Capitulo 1


En la cuadra cuarenta y cinco de la
Av. Petit Thouars, el cemento fresco que un día será un fragmento de la vereda, se transforma en papel  para las mentes de parejas que petrifican su relación en una corta frase desafiante a las futuras posibilidades de una separación, y los amarra en un juego de ilusiones eternas sin pensar en la terrible extinción de su libertad. Ilusión en el suelo, con un tono gris cemento que es invocada letra por letra en esa frase; hasta que un día, un fenómeno haga trizas esa utopía y quede para siempre en sus mentes ese suceso escrito que forma parte de la vereda que saboreará aparte de las ilusiones destruidas, un rostro ensangrentando y quizás los besos de un ebrio enamorado que escribió su nombre al lado de su antiguo amor. en la cuadra cuarenta y cinco de la Av. Petit Thouars.

En la cuadra, al mediodía una pareja de aproximadamente catorce años juegan a la rayuela utópica de saltarse partes de la vida, sin conocer los sabios procesos en el amor. Nadie interrumpía su juego de barrio, porque todos sabían que el juego es parte del crecimiento que ayudará a los pequeños ilusos a ser fuertes, como fríos ante frágiles relaciones y calientes deseos de volver a ilusionarse de la misma persona.
El dueño de la bodega que se encuentra en la esquina. Observa a la pareja de pubertos a pocos metros de distancia y saborea sus labios secos, para recordar la ausencia del hambre que ya muerto se encuentra y colgado su recuerdo instantáneo al costado del televisor, en la parte superior de un ángulo exacto para poder girar, mientras hace los cálculos y
ver los goles que desde hace más de tres décadas anhela. Al regresar a su propio laberinto de abarrotes, le pasa la voz a su hijo mayor para que se haga cargo del cálculo, mientras él descansa en una silla roja viendo el partido que ese día quería. Vuelta a lamerse los labios, sentado en su sofá carmesí, escuchando el tumulto de clientes que llegan al mediodía a comprar la lista de ingredientes para el almuerzo.
Un joven pide en su lista: una cajetilla de veinte unidades de tabaco con alquitrán. “Otra vez Emiliano” la voz del dueño que de improviso, se alzó al ver las compras del muchacho y desde pequeño había visto al joven Emilio acompañado de su madre ingresar por la bodega con una sonrisa llena de calma interrumpió el trato entre su hijo y Emilio.

-.Anda, chinito, son solo puchos; me ayudan a quitarme ese pánico de encima por un rato. Dame mi café, por favor.- Se levantó el chino del sillón, con un rostro de soberbia.
-. Si no son puchos, es café y si no te basta con eso, es el trago. A tu edad es malo ahogar de esa manera todos tus problemas. Solo los loquitos hacen esas cosas -. El chino percibió mientras servía el café,  por un breve momento, los ojos de Emilio que miraba detenidamente  a la pareja de chicos jugando rayuela; le entregó el vaso a medio llenar de café instantáneo. Lo miró de reojo  y le dijo.- Acaso estás enamorado de una de esas que vive por acá. Ojalá que no. Estas chicas son bien especiales, pregúntale  a cualquier hombre que se haya enamorado a tu edad. Al parecer está maldito enamorarse en Miraflores durante los años mozos.-
-No, para nada. ¿Yo, enamorarme? Pff. No tengo tiempo para esas ridiculeces. Es un gasto de dinero y tiempo. Estoy concentrado en mis estudios.- decía sobreactuado Emilio,  mirando el suelo morado donde recordaba sus primeros pasos, mientras apresuraba los sorbos que bebía  del café.
-Ay caramba, que bien pues muchacho.- decía el chin, pensando que no iba a ver otro triste miraflorino merodeando por su tienda para pedirle una chata de ron; como era habitual en el barrio del parque clorinda,  para curar las heridas de esas guerrillas románticas.

 Lo que no sabía el chino era sobre la desesperación que desataban preguntas tan simples como esas en Emilio, la prisa que tenía para volver a conectarse en su computadora, olvidándose de la pareja que jugaba rayuela, la cuadra cuarenta y cinco de la
Av. Petit Thouars,  Miraflores y el mundo entero. Él solo quería estar al frente del monitor y escribirle a Micaela, cualquier cosa para enredarse en una conversación que no sabía si estaba haciendo bien o mal.
-¿Emilio, estás?- Había dejado de mensaje en la red social donde se comunicaban sus historias, ideas, banalidades y a veces, hasta sentimientos que tenían el uno del otro. Volvía la calma en Emilio atravesando con un saludo primordial y un cómo-estás en la conversación.
-Ah bueno, Te tengo que contar algo muy importante, es sobre algo que me está pasando. Hace una semana. Conocí un chico que se llama Andrés. Es demasiado lindo, sabe las canciones de Silvio y Pablo Milanés; creo que estudia música y me parece simpático.-  Derramaba Micaela desde su habitación todas las fragancias aromáticas que le hizo oler Andrés ocho días atrás en el parque María
Reich.
Un día cuando Emilio tenía que hacer unos trabajos; Micaela salió con su perro por el malecón. Mientras caminaba, ella tenía frases de poemas que Emilio le pasaba, generando dudas en su cabeza 
«A Emilio le podría gustar…nah. Sería muy chistoso, extraño, tal vez, en especial con él.»
Kundalini (la mascota de Micaela) empezó a ladrarle a un desconocido que estaba sentado en una de las bancas del parque, como tratando de callar las melodías que cantaba el chico al viento. -¿Te puedo ayudar?- Dijo el chico de mediana estatura, mirándola a los ojos. Atravesando todos los campos de trigal que nadie había sembrado, hasta tocar la puerta de esa hacienda que ella no sabía que existía dentro de su corazón. –Ah, Hola, no para nada. Es él que a veces se pone en un plan jajaja.- Con un tono nervioso y pasivo, tratando de manejar sus emociones dejaba entrar todas las posibilidades que podían suceder en esa tarde. –Ah bueno.- Retomaba la letra y continuaba el ritmo de Silvio. Como noticia de golpe, de pronto se sabía que el corazón de Micaela había sido dominado en cierta parte por el chico y las melodías que tiempo a tiempo del riff, de la guitarra envenenaba en una terrible ilusión a la pobre. –Tocas a Silvio qué paja, sería bueno que conozcas un amigo que le encanta su música.- Andrés la miro y le respondió con una aprobación al entendimiento de cualquier ser viviente en este planeta.
Antes de continuar con la pesadilla descrita por Micaela, el miedo en el pobre Emilio recorría sus venas, como si le hubieran inyectado aire. Se quedó paralizado con la posible respuesta de su pregunta, ya que ese “me parece simpático” decía todo lo que iba a venir.
-. Espera. ¿Cuál es su apellido? -
-. Benavente.- Miraba Emilio por su ventana, como si todo otra vez estuviera perdido.  Prendió un cigarro y disparó otra idea en su cabeza, rindiéndose antes de tiempo. Tiraba la toalla llena de versos dentro del cuadrilátero del amor y dejaba que otro se llevara la copa con la que uno sueña tomar vino el día de su boda y renunciaba a todas sus intenciones con  la musa que vivía en sus sueños. Cuando de pronto se abre otra ventana de conversación en su monitor.
-Oe! No sabes. He conocido una flaca hermosa, cualquiera que esté con ella la tiene ganado. Voy a salir con ella  uno de estos días, fácil, y un pata de ella  la próxima vez. Ya la hice men. Wuuujuu.- Andrés se bañaba en gloria. Purificaba su piel, perdiendo la memoria de las victimas en su haber. Tantos corazones rotos y ninguna disculpa. La sonrisa mental de Andrés era impresionante. La guerra de pasiones, no importaba cuando su alma estaba de carnaval. Por primera vez  había visto a una chica tan hermosa, como Micaela y no parecía querer perder la oportunidad que le dio ella. Tal vez esto era distinto o tal vez era igual. Andrés resultaba siempre impredecible en los juegos del amor.
-Sí, la manyo. Es Micaela. Me acaba de contar la historia. Sal con ella si quieres. Es buena gente.-
Con esas palabras entregaba a uno de sus más grandes amores secretos, en bandeja de plata al amigo. Emilio estaba triste, quería olvidarse de todo. Se desconectó de las redes, respiró profundamente y al exhalar todo ese aire que retenía en su garganta, dejó sacar todo esos deseos con Micaela juntos. Una avalancha se venía encima de él. Su cuerpo no resistía la presión. Entró entre llantos sigilosos en compañía de su almohada con las tres de la tarde cubriéndole el cuerpo por la ventana.



jueves, 19 de septiembre de 2013

El café de Emilio - Avenida Pardo

Era las once de la noche de un día cualquiera, para el que viera el sábado como un santo de la semana. Los arboles de Miraflores bañados en el smog del distrito escupían polvo a los transeúntes y más a las parejas que renegaban de los celos de uno.  El calor de la ciudad sofocaba los corazones de una pareja que discutía en medio de la Avenida Pardo entre carros que pasaban con destino a un bar de esos tiempos.  “Mira una vez más y me voy, no soporto tus celos enfermizos de –dónde estoy y a dónde voy-“Como era común esas palabras se quedaban grabadas en la madera de las sillas donde se sentaba cualquier pareja y esa noche, justo esa noche tres amigos paseaban por ahí sin pensar que caerían en las trampas de un estratega, el amor. 
Andrés y Emilio caminaban muchas de aquellas noches de verano, todos los sábados por esos espacios públicos sin visita desconocida, para desahogar los pecados que cometieron dentro de esa semana. “Sabes si Julia le tomaría un poco de importancia cómo estoy, no estaría contándote esto. Seguro estaría con ella, conversando como aquellos días cuando éramos amigos” vomitaba Emilio las palabras que le nacían por tanto mareo esa tarde, al haber visto a Julia abrazada de un desconocido por la calle Arica. Cansado Andrés de ver el vomito de su amigo, intentó ayudarlo, dando a conocer su propia táctica en los amores vacíos e ilusos.
-Mira Emilio, déjate de huevadas. Ya han pasado como nueve meses y sigues en lo mismo. Haz como yo. No te enamores, enamórala. Eso siempre me funciona con cualquier flaca.-
-Eso dices, porque tú la tienes más fácil. Yo tengo que soportar las dudas e indirectas que me envía ella. ¿Para qué? Para verla con otro tipo, abrazados y tomados de la mano. A caso no sabe cuánto la quiero y cuánto tiempo le he dado para hacerla sentir mejor, después de tantas formas de menospreciar nuestra amistad. He soportado sus berrinches, sus quejas, sus insultos y mírame sigo acá, manteniendo la amistad que me une a ella.-
-Huevón, tú no eres su amigo desde la vez que se te lanzó y empezó a gustarte; no te hagas, se te notaba. Todo el mundo sabe que te gusta, pero a una flaca no le puedes mostrar eso. Tienes que aparentar que te da igual sus sentimientos, para que ella esté detrás de ti. Eso le gusta a las flacas, que no le des bola, así están detrás de ti.-
Entre las lágrimas que derramaba las palabras de Emilio una presencia extraña de pelo largo y rostro pardo se acercaba a esas almas envenenadas de deseos prohibidos. “¿Emilio qué te pasa?” el sonido organizado de unos bellos labios hechos por el hombre preguntaban por la alma que sudaba penas. “Es lo mismo de siempre Mica, otra vez está llorando por Julia” Emilio se tragaba los tragos amargos de sus propias lágrimas, para no volver a sentir esa sed de llanto y recobrar el sentido a su alrededor.
- Ah ya. Bueno, te traje el café que querías. Espero que te haga sentir mejor –dijo Micaela- pero si sigues así terminarás con todos los cultivos de café.- terminaba con una risa jocosa de completar lo que tenía para Emilio y se olvidaba de él, para caer en los labios de Andrés. Como si fuera algo cotidiano, para aquel que no fue una vez violinista de una cena de fin de año. Andrés y Micaela golpeaban sus lenguas contra todo verso mal hablado de las amigas de ella y Emilio se arrimaba cómodamente en esa extraña compañía, abrazándolos dentro él cuando bebía el café y prendía un cigarro de la cajetilla de Andrés, para olvidarse un poco del tiempo y de Julia. Emilio ya no sabía lo que sentía, pero estaba aprendiendo a cosechar sequías, para no volver a cultivar primaveras. 

martes, 17 de septiembre de 2013

El café de Emilio - Micaela

Micaela es una chica de pelo castaño y piel nívea con pequeños destellos pardos en su rostro; lleva en su melena los recuerdos de tantos amores perdidos entre los deseos que ha tenido, pero no ha podido lograr. Es jocosa y sabe mantener la ira que tiene a veces dentro de ella, como tragando el sabor amargo de la muerte dentro de la vida. No busca pareja, pero la encuentra sin desearla y cuando la encuentra a veces peca de mala chica para muchos chicos ilusos. Sabe que si tiene una relación amorosa, terminará partiendo el corazón de uno y estará triste por sus actos, por eso no  quiere una relación con nadie, desea vivir en su tranquila soledad -que el mundo espiritual le enseñó- pasando por diversas experiencias con distintos seres que nadie encuentra. Es estudiante de danza contemporánea  y expresa todas las emociones que tiene a través de su cuerpo. Ante todos es introvertida y expresa sus ideas sin mirar a nadie, porque capta miradas con su presencia; solo cuando habla con Emilio muestra sus ojos, petrificando la mirada de su mejor amigo que la conoce desde hace cuatro años. Relación que ha sabido mantenerse por los gustos en común; la música, la cultura pop y el cine.

No ha sabido superar todavía la pérdida de uno de sus romances, Andrés. Usa a Emilio como psicoanalista para revelar todo lo que siente por el que una vez fue la última pareja que tuvo y la razón de su solitaria existencia.  Ella tiene un secreto que nadie sabe, ni a su alma le ha revelado el mayor de sus profundos conocimientos de sí misma; guarda entre copas de vino y el humo de varios cigarros el preciado secreto que anhela Emilio descubrir.

El café de Emilio - Andrés

Andrés es piel canela de corto pelo y anda vestido según los tiempos de su edad. No necesita respiros, él respira el aire de las que caen en sus labios y se enreda en sus pieles cuando tiene la oportunidad de que todo el mundo lo vea. Es un asesino en serie, quiebra corazones sin el mayor resentimiento. Busca placeres del momento que están a la moda, todas saben que es un veneno adictivo y sin cura, lo hace llamativo ser codiciado en la ilegalidad de los tiempos contemporáneos. Es inspiración de llantos para ninfas ilusas y uno de los mejores amigos de Emilio que paradójicamente es adicto al mismo veneno sin consumirlo.
Anda perdido entre lo que es correcto y malo, peca siempre cuando su cuerpo necesita carne nueva; sus deseos los hace realidad mostrándose ante la persona que desea y calla las dudas de otras con las palabras que aprendió de Emilio cuando le contaba todas sus anécdotas. Al parecer Andrés peca de inocente, pero en lo profundo de él, todo lo hace con una causa y efecto, sin errores, ni contradicciones.
Es un adicto compulsivo al cigarro, pero cuando se trata de engaños sabe como ocultar todas sus adicciones, hasta las más crueles de ellas. Es un músico de trova, recita canciones somníferas para la razón cuando ve a una presa resplandeciente. Anota todas sus víctimas en un diario público y cuando una ninfa recobra la razón, Emilio le da una dosis de consejos sobre el amor; como que todas las lágrimas que derramó, son pruebas de un verdadero amor. Esto se vuelve un ciclo de contradicciones que Andrés sabe aprovechar y usarlo a su favor, mientras Emilio no dude todos los consejos que da y Andrés no se sienta mal, porque al final de todo, Andrés, solo está disfrutando la edad ilusa en la que vive.

El café de Emilio - Emilio

Usa trajes grises para contrastar su barba parda lóbrega y  su nívea piel empalidecida; las ojeras bordean sus ojos, como radares que miran su contradicción.  Mira al vacío cuando no ve el dilema,  alza sus brazos para no ahogarse entre discusiones; porque él no sabe lidiar con sus voces y cuando lo hace se reprime en su asfixio. Sus voces lo condenaron a una soledad perenne que lo llevó a esa solitaria rutina de hablar al público sin qué comentar. No tiene hijos y no los poseerá, ha sido parte de su condena; quitarle el derecho de gozar su propia familia es uno de sus grandes problemas.
Es escritor urbano en una capital gris de América latina. Gana unos centavos con los malabares en la Avenida Angamos. Consigue muchas veces lo que quiere mediante la manipulación de una voz que le dice estratégicamente que hacer, 
y cuando cree haber hecho todo para que la voz esté cómoda, otra voz le fastidia.
Ha tenido un pasado misterioso que no recuerda, para complacer las voces que vio crecer dentro de él y entre tantas disyuntivas de estar con alguien o no, dispara su mente –como bala de cañón- al octavo cuarto del cielo sin los brazos abiertos. Aspira caer muerto y no sentir el porrazo del concreto. Internando sus esperanzas por las musas en una mazmorra donde los palomos agonizan al entrometerse en el humor de las fresas que se olvidaron sacar meses atrás. Emilio ha besado a tanta Julia en sus notas, pero ninguna en la realidad ficticia de esta historia y todas sus contradicciones románticas las escribe –después de contrastar lo real y lo ficticio- entre lágrimas negras. Vive en una encrucijada, perder la amistad de tantas relaciones que con el largo del tiempo han de desarrollarse en los relatos cortos, mientra bebe un café.

lunes, 16 de septiembre de 2013

El inconsciente

Y de nuevo hasta al amanecer, una tarde se alza y vuelvo a percibir la escarcha escarlata que derrame sobre tu blusa blanca. Embriagame con ese vino tinto o ese pisco acholado que no has abierto ayer y vamos a tocar las nubes por segunda vez. Como inconsciente, soy la parte del poeta que no debe quedarse callado y debe revolucionar este momento histórico en esta guerrilla de Word, ya dejando atrás el papel, ahora soy yo y no es él.

Le gustan las mujeres que hablan un poco de política de
Izquierdas, socialismo, comunismo; a él le da lo mismo. Espera mujeres que hablen de la indiferencia y un poco de astrología  acerca de planetas, galaxias y un infinito universo; con tal que suene a verso, dice. Eso creo.

Según él, las mujeres son tan dóciles para muchas cosas; por eso le  encanta cuando hablan de sus amores, pero detesta cuando no aceptan sus errores. Dice que fue porque muchas mujeres le enseñaron lo que saben y lo que se siente al perder la mente; de eso está consciente el que no sabe apreciar su mente, ni aprende de mí, su inconsciente.


Le gustan las mujeres que sientan, lo que él siente: emociones, sentimientos, ideas.-Todo esto tapando los agujeros hechos por los lamentos, siento que miento cuando hablo de esos sentimientos.
Le gusta que le hablen con fundamentos y divulguen su pensamiento revolucionario, mercenario o guerrillero amontonados en el escritorio de su hall. ¿Qué carajos es hall?  Ni sofás tiene el pobre huevón.


Las mujeres son tan inteligentes, podrían lavar su mente
me encanta cuando convencen fácilmente a mucha gente,
pero detesto cuando engañan y ponen a la gente contra tu mente,
Dice con tono heroico, barba de Fidel y aire de mártir, el hombre que se enamoró de una niña mala; a él nadie le dijo nada, cuando la besaba. Dejad que ellos pequen y no te metas en sus eses. Que no quisiera ver más de estas pelotudeces.  

¡Qué bella la mulata!

El sol limeño se durmió sobre una viña del mar, por las costas de Ancón nació una morena hija de africanos traídos de la emancipación. Era delgada, llevaba paso firme. Unos labios delgados colgaban de su frente, su cuerpo seducía a caballos de paso, sin necesidad de un hombre. Era imán de caballeros, devotos y pordioseros. Sus ojos oscuros y las ojeras resaltantes como búho intrigante llamaban la atención de todo hombre al mirar constante. ¡Qué bella la mulata!

Era la reina y al caminar derramaba sensualidad por todo el paseo colón, arrastrando nuestros deseos en sus bolsos multicolores con bordados afro peruanos. Con unos tambores ella movía las lentas y calientes caderas, como serpiente en el desierto se apoderaba de estas urbanas praderas. Caminaba con tulipanes en las manos; unos tacones lejanos y moviendo los brazos de lado a lado, con la cara levantada en son de un nuevo amor y la mirada abajo; recordando esos caídos piropos de un viejo amor que una estación se llevó en la última embarcación del Callao del año 1924, rumbo a Valparaíso, el mulato se escapó ¡Aquí estoy mulata!

Mientras las carretillas perdían el ritmo del tránsito con esas piernas fértiles que suspiraban compañía, las mujeres del jirón de la unión se hacían preguntas entre ellas, sobra esa chica de piel canela.
“¿Qué tendrá la muleta esa? ¿Qué tendrá de elegancia y libertad?” ¡Ser una diosa de plata, eso eres mulata!


Por no ser descortés un forastero de mediana estatura de poncho andino, nacido entre blancos respondió a su pregunta.
“La mulata no lleva los ojos pintados tratando de ser un búho, ella nació sin maquillaje, con el amazonas en su vientre y los ríos colgantes en su extensa melena. Nació sin construcciones, ni pellejos de leones. Es dueña de corazones, porque no está como loba detrás de los roba amores”




Ay mulata, morena ingrata
zamba que ataca, mirada que mata
cuerpo que hipnotiza y labios que martirizan.
Que puedo hacer, para tener tus labios
por primera y única vez.

Dime que tengo que recitar
para alejarme de estas monas blancas
que intentan reírse de ti;
seré tu esclavo, a cambio de una caricia tuya.

Negra te quiero en mi mente
acariciar los talones con mis labios
y en tu alma morir lentamente.


viernes, 13 de septiembre de 2013

El café de Emilio. - Peleas del sillón de verde.


El café estaba frío en el cuarto; el tono de luz acicalaba las paredes pintadas de blanco por algún pintor con un terrible miedo al vacío. Emilio ingresó al cuarto fresco,  acompañado de la voz de Micaela. Él se sentó en un sillón verde y la voz permaneció con el mismo tono dentro de la habitación.
-Debe tener problemas en casa –dijo Micaela-  tenlo por seguro que Julia anda por una mala situación, si se comporta así es porque está mal.
-Sí, entiendo, pero no es para que ponga cara de mierda, cada vez que la veo.
Emilio; orientó sus pupilas hacia el párpado superior;  juntó sus manos para albergar sus labios del céfiro y entre ese tiempo perdido sin respuesta, su mente paseaba por recuerdos de un pasado entristecido. Micaela echaba un vistazo por la puerta del cuarto; mientras leía artículos sobre unas clases de yoga en su tableta, mira a Emilio reprimido en el sillón verde y ella intentando recordar lo que una vez escuchó en un gurú, trata de hacerlo recapacitar la razón y dejar a un lado esos deseos de pasión.
La voz se despierta dentro de ella e ingresa de nuevo a la habitación.
- No se trata de eso, sino de entenderla. Ella te entiende cuando estás pasando en una mala situación. (Micaela ingresa al cuarto, como si de golpe se llevara por sus palabras)Yo te entiendo. Todas te entendemos (alza la voz como si Emilio no entendería nada y pierde el contacto con su propia paz interior).
- No, no, no, no. Espera. Tú (cogió la taza de café) me entiendes, porque yo no pongo cara de mierda cuando te veo. Hago como si no hubiera pasado nada. No me enojo, ni me estreso con  nadie. Solo me pongo un poco triste, tal vez, si es que ya no soporto el momento, entiendes.

Emilio se toma el frío del café, para llenar el vacío y los nervios que le genera saber que su conversación de desahogo se forma  una discusión y queja de una de sus amigas más cercanas. «Por qué tiene que hablarme así, si solo supiera que me atrae y me ha dejado de gustar Julia. Si solo supiera lo que siento.»
-Ay Emilio, las veces que tengo que soportarte –dijo Micaela como si su irá se fuera calmando, tal como los oleajes fuertes se van disipando - todas las cosas que dices y no digo nada. ¿Acaso eso no es la misma situación con Julia? «Por qué tengo que soportar todo esto, sé que lo quiero, pero no puedo soportar más de lo mismo»
La mira a los ojos, manteniendo firme su iris y su frente para que no miren a otro lado. Desmaya los nervios con su mente y su alma queda en coma.
-Ya, está bien. Dejémoslo ahí, hay que evitar todo esto.
Micaela lo mira sin nada que perder, sin nada que decir y luego expone sus palabras sin el debido juicio de preocuparse antes de hablar. -Está bien, pero no me digas algo para que no te responda. No pierdas el tiempo por las huevas y deja que haga lo que quiera con su vida, si es así tienes que soportarla. Es tu roche, para que te enamoras de ese tipo de flacas-  Micaela abre la ventana de la habitación y tu presencia se desvanece con el viento acorralado del cuarto.

jueves, 12 de septiembre de 2013

El lazo profundo.

Hemos viajado y cruzado las tierras desiertas, dando vueltas a montañas, respirando el poco aire que respiran las aves de las cordilleras por lazos que nos conectan con pueblos distintos, en una sola misión de consciencia y sensibilización. De esta manera, después de bajadas y subidas, llegamos a nuestro destino. Ayacucho.  En este pueblo que fue totalmente destruido por la violencia,  nos encontramos un Ayacucho distinto al que pensábamos. Es un Ayacucho que había salido adelante, dejando atrás todo ese sufrimiento, perdonando todo lo sucedido y buscando que sus comunidades estén unidas, para el desarrollo del pueblo con un cálida bienvenida a cualquier persona que llegue al pueblo.

Este viaje a Ayacucho nos muestra que el Proyecto Tarata de la municipalidad de Miraflores se ha descentralizado,  percibiendo   lo esencial del proyecto;  la participación  de más jóvenes en el Perú de cada comunidad, para que difundan y recuerden  su pasado. Sembrando consciencia de jóvenes a  jóvenes, prevenimos  que otra vez el terror se asome a la vuelta de la esquina y evitamos que la violencia sea la solución para los problemas sociales. Para no olvidar y  no permitir  que muchos jóvenes sean vulnerables ante personas que solo buscan  mentirnos con una fantasía  de “paz e igualdad”, mientras por debajo siembran el miedo para llegar al poder, como cualquier grupo que  solo  busca sus intereses políticos y no el bien de la ciudadanía. 


Dejando atrás el resentimiento, pero no olvidando lo sucedido. Lo que fue un proyecto de una comunidad, ahora lo es de otras y gracias a ello podemos percibir las distintas perspectivas de  un Perú dolido por el terror que sembraron los que una vez violaron los derechos humanos de sus ciudadanos, pero a la vez vemos un Perú que ha salido adelante y ha progresado. Fortaleciendo el desarrollo  Perú, creo  que este proyecto marca un antes y después en acciones gubernamentales con el apoyo de la participación ciudadana. Espero  que el proyecto siga expandiéndose en todos los rincones más remotos del país;  porque si fueron un grupo de “ciudadanos” los que generaron esta violencia, debemos ser los ciudadanos  los que debemos prevenir toda esta absurda  forma de participación política que se manifiesta con violencia, porque nuestra democracia no merece que el oportunismo político use la sed de miles de ciudadanos para engañarnos y dividir el Perú en ríos de sangre una vez más.