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sábado, 21 de septiembre de 2013

El café de Emilio - La hora tomada

En el parque Clorinda, donde distintas aves silban a las 5 de madrugada, despertando a los más ancianos para que recorran el cuadrado dividido que los invita a vivir por unos años más. Las hojas de los arbustos miraban a los perros correr por todos lados. Se pusieron tristes por no tener el don de correr por el panorama que las ramas les otorgaron, entonces se vieron entre ellas y se tocaron las palmas prometiéndose nunca abandonarse, a pesar del deseo de recorrer tan lejano sueño en tan bella primavera. Como cambian las simples cosas; las hojas se fueron donde las llevó el viento y se olvidaron de sus promesas con un soplo de otoño. Tal pasó con Emilio y las promesas que le hizo a su corazón tan maltratado. Él estaba seguro de no volver a sentir lo que vivió con Julia, pero no pensaba que desafiar los mandamientos de Cupido le iba a desatar el castigo más grande entre todos los dioses del amor. Saborear la fantasía de haber estado a unos minutos de tener la suficiente valentía para decirle lo que sentía, el afecto distinto que tenía él por ella, entre todas las mujeres y conocer de golpe esa condena. “Se le sentencia a Emilio Rodríguez Silva encadenar su corazón y castigar su mente por siempre, por ser culpable a falta de valentía y desear a la mujer de su mejor amigo” decía la voz dentro de su consciente y en el mundo lleno de códigos. Mientras en sus sueños, su inconsciente escapaba de esa cárcel maldita y abrazaba sus deseos que habían crecido con el paso de los años.
Esa noche en el parque. La silla cargaba el cuerpo muerto de Emilio Rodríguez esperando la llegada de los recién presos del amor, treinta minutos antes de la hora tomada para reflexionar su postura de la relación o comportarse ante un balazo de besos ante sus ojos. Pasaban los minutos y sus ojos se iban pudriendo por dentro.
«Esto me pasa por cabro, si solo le hubiera dicho. Tal vez la historia hubiera sido distinta.» La sed amarga de una pareja y más aún su deseo estancado eran los pensamientos con los que pasaba el rato, mientras llegaban los muchachos. Al ser diez para las ocho con unos segundos, Micaela va corriendo donde Emilio desesperada para decirle unas cosas claras, para que todo el espacio salga perfecto. Intentando que su historia de amor sea la adecuada y probando el dulce manjar de los romances juveniles a su edad.
-Emilio, ¿cómo me veo?- decía Micaela agitando su corazón, más que su cuerpo.  Cuando Emilio vio en esta el jean que siempre le decía que se ponga, la polera manga larga que servía como fondo para resaltar el crucifijo que él le regaló, la boina de lana negra que compraron los dos juntos y se prestaban las veces que salían. Solo pensó en una cosa, mirando fijamente al crucifijo.
«Si él murió por amor, porque no me matas ahora que conozco el pecado del mundo.» -Te ves bien.-  decía Emilio con tranquilidad.
-Perfecto, ya mira. No sé, pero él es algo especial, después de lo que te conté hicimos video llamadas todos los días en las noches y tocaba a Silvio. Es tan lindo. Te lo juro, muero por él. ¿Tú qué me dices de él?-  Los oídos de Emilio no eran el mejor panal, para tales palabras bañadas de miel.  -.Sí Andrés es chévere, cuando lo conozcas te va a caer bien; harían una buena pareja.-  Repetía el mismo acto de Pedro ante Cristo y negaba el amor por ella sin gallos que cacaraqueaban. Micaela sonreía creando burbujas con posibles sucesos. (El primer mes, el aniversario, las maravillosas salidas y los abrazos infinitos con la firma de sus besos) Emilio pensaba (Su inevitable soledad, la boda de Micaela, los hijos de la relación y el día de su muerte) Andrés pensaba (Micaela y sus labios, sus ojos, su pelo,  su cuerpo; la primera vez; si durará más de un mes)
Andrés a media cuadra se preparaba para enfrentar en la plaza de su público ficticio al toro que esa noche quería dominar, para llevarse a casa la gloria cantada. El trovador vio de lejos a Emilio y Micaela sentados esperándolo, cuando llegó y la saludó impregnando sus labios por primera vez en su rostro. Emilio sintió una banderilla que le atravesaba todo el lomo delante del público ficticio que se burlaba de este pobre animal sin salida, ni futuro. –Disculpen la demora, tenía que  hacer unas cosas.-
-. No hay problema –dijo Micaela, sonriendo a los ojos de Andrés.- Andrés animado por la racha de goles que anotaba con solo estar presente animó sus cuerdas vocales y el arte que le nacía de seducir a jóvenes ninfas como Micaela. sacó la guitarra de pronto de su estuche.
-. Ya bueno, querías que toque “Te doy una canción”.-  Micaela con la ternura estampada en el rostro pardo, movía la cabeza verticalmente.
-. Ya regreso, voy por un café instantáneo.-
«Qué  mierda estoy pensando.»  Con un simple “ya” de parte de los dos, se fue del parque dejando solos a los ilusos, o, la ilusa con el hipnotizador de corazones. Iba cantando Andrés la canción al costado de ella. Micaela escuchaba la canción sentada al costado de él. Cuando de un “Te molesta mi amor” fueron trepando escalas con “La era está pariendo un corazón” Las almas se respiraban mutuamente, como si por suerte del destino el alma sudara;  hasta que acomodaron sus espíritus, para lanzarse al vacío de un beso. Asfixiando todo pensamiento y siendo solo el beso, la sombra de Emilio con su café se derrumbada a lo lejos por siete puñales en la espalda, veinte golpes en el rostro y una piedra que reventaba su cráneo para acabar con el tormento que llevaba en su cabeza. No volvió Emilio a la banca, se fue como un desaparecido del lugar.
Pasaron horas y minutos infinitos que hacían de la noche eterna, pero llegaba el momento de partir y como si fuera casualidad se preguntaron la existencia de otro ser en la tierra.
-Que raro. A dónde se habrá ido Emilio.- Decía Micaela desarreglada por los paros del corazón
-Seguro nos quiso dejar solos.-  
«qué buen pata es ese huevón.» volvía a respirar después de esos largos besos de cincuenta metros bajo el nivel del amor.




viernes, 20 de septiembre de 2013

El café de Emilio - En la lona

En este mundo no hay que aferrarse a nada.. así como te aferras a lo que te apasiona, dale una chequeada al otro mundo y a las personas que quieren saber de ti como lo hice en su momento yo. Espero que te vaya bien. Tu también sabes que podrás contar conmigo si necesitas alguien como yo en el mundo tan jodidamente bonito. Hasta siempre. Y ojala volvamos a vernos algún día sin presiones.

De ella, para mí.





Capitulo 1


En la cuadra cuarenta y cinco de la
Av. Petit Thouars, el cemento fresco que un día será un fragmento de la vereda, se transforma en papel  para las mentes de parejas que petrifican su relación en una corta frase desafiante a las futuras posibilidades de una separación, y los amarra en un juego de ilusiones eternas sin pensar en la terrible extinción de su libertad. Ilusión en el suelo, con un tono gris cemento que es invocada letra por letra en esa frase; hasta que un día, un fenómeno haga trizas esa utopía y quede para siempre en sus mentes ese suceso escrito que forma parte de la vereda que saboreará aparte de las ilusiones destruidas, un rostro ensangrentando y quizás los besos de un ebrio enamorado que escribió su nombre al lado de su antiguo amor. en la cuadra cuarenta y cinco de la Av. Petit Thouars.

En la cuadra, al mediodía una pareja de aproximadamente catorce años juegan a la rayuela utópica de saltarse partes de la vida, sin conocer los sabios procesos en el amor. Nadie interrumpía su juego de barrio, porque todos sabían que el juego es parte del crecimiento que ayudará a los pequeños ilusos a ser fuertes, como fríos ante frágiles relaciones y calientes deseos de volver a ilusionarse de la misma persona.
El dueño de la bodega que se encuentra en la esquina. Observa a la pareja de pubertos a pocos metros de distancia y saborea sus labios secos, para recordar la ausencia del hambre que ya muerto se encuentra y colgado su recuerdo instantáneo al costado del televisor, en la parte superior de un ángulo exacto para poder girar, mientras hace los cálculos y
ver los goles que desde hace más de tres décadas anhela. Al regresar a su propio laberinto de abarrotes, le pasa la voz a su hijo mayor para que se haga cargo del cálculo, mientras él descansa en una silla roja viendo el partido que ese día quería. Vuelta a lamerse los labios, sentado en su sofá carmesí, escuchando el tumulto de clientes que llegan al mediodía a comprar la lista de ingredientes para el almuerzo.
Un joven pide en su lista: una cajetilla de veinte unidades de tabaco con alquitrán. “Otra vez Emiliano” la voz del dueño que de improviso, se alzó al ver las compras del muchacho y desde pequeño había visto al joven Emilio acompañado de su madre ingresar por la bodega con una sonrisa llena de calma interrumpió el trato entre su hijo y Emilio.

-.Anda, chinito, son solo puchos; me ayudan a quitarme ese pánico de encima por un rato. Dame mi café, por favor.- Se levantó el chino del sillón, con un rostro de soberbia.
-. Si no son puchos, es café y si no te basta con eso, es el trago. A tu edad es malo ahogar de esa manera todos tus problemas. Solo los loquitos hacen esas cosas -. El chino percibió mientras servía el café,  por un breve momento, los ojos de Emilio que miraba detenidamente  a la pareja de chicos jugando rayuela; le entregó el vaso a medio llenar de café instantáneo. Lo miró de reojo  y le dijo.- Acaso estás enamorado de una de esas que vive por acá. Ojalá que no. Estas chicas son bien especiales, pregúntale  a cualquier hombre que se haya enamorado a tu edad. Al parecer está maldito enamorarse en Miraflores durante los años mozos.-
-No, para nada. ¿Yo, enamorarme? Pff. No tengo tiempo para esas ridiculeces. Es un gasto de dinero y tiempo. Estoy concentrado en mis estudios.- decía sobreactuado Emilio,  mirando el suelo morado donde recordaba sus primeros pasos, mientras apresuraba los sorbos que bebía  del café.
-Ay caramba, que bien pues muchacho.- decía el chin, pensando que no iba a ver otro triste miraflorino merodeando por su tienda para pedirle una chata de ron; como era habitual en el barrio del parque clorinda,  para curar las heridas de esas guerrillas románticas.

 Lo que no sabía el chino era sobre la desesperación que desataban preguntas tan simples como esas en Emilio, la prisa que tenía para volver a conectarse en su computadora, olvidándose de la pareja que jugaba rayuela, la cuadra cuarenta y cinco de la
Av. Petit Thouars,  Miraflores y el mundo entero. Él solo quería estar al frente del monitor y escribirle a Micaela, cualquier cosa para enredarse en una conversación que no sabía si estaba haciendo bien o mal.
-¿Emilio, estás?- Había dejado de mensaje en la red social donde se comunicaban sus historias, ideas, banalidades y a veces, hasta sentimientos que tenían el uno del otro. Volvía la calma en Emilio atravesando con un saludo primordial y un cómo-estás en la conversación.
-Ah bueno, Te tengo que contar algo muy importante, es sobre algo que me está pasando. Hace una semana. Conocí un chico que se llama Andrés. Es demasiado lindo, sabe las canciones de Silvio y Pablo Milanés; creo que estudia música y me parece simpático.-  Derramaba Micaela desde su habitación todas las fragancias aromáticas que le hizo oler Andrés ocho días atrás en el parque María
Reich.
Un día cuando Emilio tenía que hacer unos trabajos; Micaela salió con su perro por el malecón. Mientras caminaba, ella tenía frases de poemas que Emilio le pasaba, generando dudas en su cabeza 
«A Emilio le podría gustar…nah. Sería muy chistoso, extraño, tal vez, en especial con él.»
Kundalini (la mascota de Micaela) empezó a ladrarle a un desconocido que estaba sentado en una de las bancas del parque, como tratando de callar las melodías que cantaba el chico al viento. -¿Te puedo ayudar?- Dijo el chico de mediana estatura, mirándola a los ojos. Atravesando todos los campos de trigal que nadie había sembrado, hasta tocar la puerta de esa hacienda que ella no sabía que existía dentro de su corazón. –Ah, Hola, no para nada. Es él que a veces se pone en un plan jajaja.- Con un tono nervioso y pasivo, tratando de manejar sus emociones dejaba entrar todas las posibilidades que podían suceder en esa tarde. –Ah bueno.- Retomaba la letra y continuaba el ritmo de Silvio. Como noticia de golpe, de pronto se sabía que el corazón de Micaela había sido dominado en cierta parte por el chico y las melodías que tiempo a tiempo del riff, de la guitarra envenenaba en una terrible ilusión a la pobre. –Tocas a Silvio qué paja, sería bueno que conozcas un amigo que le encanta su música.- Andrés la miro y le respondió con una aprobación al entendimiento de cualquier ser viviente en este planeta.
Antes de continuar con la pesadilla descrita por Micaela, el miedo en el pobre Emilio recorría sus venas, como si le hubieran inyectado aire. Se quedó paralizado con la posible respuesta de su pregunta, ya que ese “me parece simpático” decía todo lo que iba a venir.
-. Espera. ¿Cuál es su apellido? -
-. Benavente.- Miraba Emilio por su ventana, como si todo otra vez estuviera perdido.  Prendió un cigarro y disparó otra idea en su cabeza, rindiéndose antes de tiempo. Tiraba la toalla llena de versos dentro del cuadrilátero del amor y dejaba que otro se llevara la copa con la que uno sueña tomar vino el día de su boda y renunciaba a todas sus intenciones con  la musa que vivía en sus sueños. Cuando de pronto se abre otra ventana de conversación en su monitor.
-Oe! No sabes. He conocido una flaca hermosa, cualquiera que esté con ella la tiene ganado. Voy a salir con ella  uno de estos días, fácil, y un pata de ella  la próxima vez. Ya la hice men. Wuuujuu.- Andrés se bañaba en gloria. Purificaba su piel, perdiendo la memoria de las victimas en su haber. Tantos corazones rotos y ninguna disculpa. La sonrisa mental de Andrés era impresionante. La guerra de pasiones, no importaba cuando su alma estaba de carnaval. Por primera vez  había visto a una chica tan hermosa, como Micaela y no parecía querer perder la oportunidad que le dio ella. Tal vez esto era distinto o tal vez era igual. Andrés resultaba siempre impredecible en los juegos del amor.
-Sí, la manyo. Es Micaela. Me acaba de contar la historia. Sal con ella si quieres. Es buena gente.-
Con esas palabras entregaba a uno de sus más grandes amores secretos, en bandeja de plata al amigo. Emilio estaba triste, quería olvidarse de todo. Se desconectó de las redes, respiró profundamente y al exhalar todo ese aire que retenía en su garganta, dejó sacar todo esos deseos con Micaela juntos. Una avalancha se venía encima de él. Su cuerpo no resistía la presión. Entró entre llantos sigilosos en compañía de su almohada con las tres de la tarde cubriéndole el cuerpo por la ventana.



jueves, 19 de septiembre de 2013

El café de Emilio - Avenida Pardo

Era las once de la noche de un día cualquiera, para el que viera el sábado como un santo de la semana. Los arboles de Miraflores bañados en el smog del distrito escupían polvo a los transeúntes y más a las parejas que renegaban de los celos de uno.  El calor de la ciudad sofocaba los corazones de una pareja que discutía en medio de la Avenida Pardo entre carros que pasaban con destino a un bar de esos tiempos.  “Mira una vez más y me voy, no soporto tus celos enfermizos de –dónde estoy y a dónde voy-“Como era común esas palabras se quedaban grabadas en la madera de las sillas donde se sentaba cualquier pareja y esa noche, justo esa noche tres amigos paseaban por ahí sin pensar que caerían en las trampas de un estratega, el amor. 
Andrés y Emilio caminaban muchas de aquellas noches de verano, todos los sábados por esos espacios públicos sin visita desconocida, para desahogar los pecados que cometieron dentro de esa semana. “Sabes si Julia le tomaría un poco de importancia cómo estoy, no estaría contándote esto. Seguro estaría con ella, conversando como aquellos días cuando éramos amigos” vomitaba Emilio las palabras que le nacían por tanto mareo esa tarde, al haber visto a Julia abrazada de un desconocido por la calle Arica. Cansado Andrés de ver el vomito de su amigo, intentó ayudarlo, dando a conocer su propia táctica en los amores vacíos e ilusos.
-Mira Emilio, déjate de huevadas. Ya han pasado como nueve meses y sigues en lo mismo. Haz como yo. No te enamores, enamórala. Eso siempre me funciona con cualquier flaca.-
-Eso dices, porque tú la tienes más fácil. Yo tengo que soportar las dudas e indirectas que me envía ella. ¿Para qué? Para verla con otro tipo, abrazados y tomados de la mano. A caso no sabe cuánto la quiero y cuánto tiempo le he dado para hacerla sentir mejor, después de tantas formas de menospreciar nuestra amistad. He soportado sus berrinches, sus quejas, sus insultos y mírame sigo acá, manteniendo la amistad que me une a ella.-
-Huevón, tú no eres su amigo desde la vez que se te lanzó y empezó a gustarte; no te hagas, se te notaba. Todo el mundo sabe que te gusta, pero a una flaca no le puedes mostrar eso. Tienes que aparentar que te da igual sus sentimientos, para que ella esté detrás de ti. Eso le gusta a las flacas, que no le des bola, así están detrás de ti.-
Entre las lágrimas que derramaba las palabras de Emilio una presencia extraña de pelo largo y rostro pardo se acercaba a esas almas envenenadas de deseos prohibidos. “¿Emilio qué te pasa?” el sonido organizado de unos bellos labios hechos por el hombre preguntaban por la alma que sudaba penas. “Es lo mismo de siempre Mica, otra vez está llorando por Julia” Emilio se tragaba los tragos amargos de sus propias lágrimas, para no volver a sentir esa sed de llanto y recobrar el sentido a su alrededor.
- Ah ya. Bueno, te traje el café que querías. Espero que te haga sentir mejor –dijo Micaela- pero si sigues así terminarás con todos los cultivos de café.- terminaba con una risa jocosa de completar lo que tenía para Emilio y se olvidaba de él, para caer en los labios de Andrés. Como si fuera algo cotidiano, para aquel que no fue una vez violinista de una cena de fin de año. Andrés y Micaela golpeaban sus lenguas contra todo verso mal hablado de las amigas de ella y Emilio se arrimaba cómodamente en esa extraña compañía, abrazándolos dentro él cuando bebía el café y prendía un cigarro de la cajetilla de Andrés, para olvidarse un poco del tiempo y de Julia. Emilio ya no sabía lo que sentía, pero estaba aprendiendo a cosechar sequías, para no volver a cultivar primaveras. 

martes, 17 de septiembre de 2013

El café de Emilio - Micaela

Micaela es una chica de pelo castaño y piel nívea con pequeños destellos pardos en su rostro; lleva en su melena los recuerdos de tantos amores perdidos entre los deseos que ha tenido, pero no ha podido lograr. Es jocosa y sabe mantener la ira que tiene a veces dentro de ella, como tragando el sabor amargo de la muerte dentro de la vida. No busca pareja, pero la encuentra sin desearla y cuando la encuentra a veces peca de mala chica para muchos chicos ilusos. Sabe que si tiene una relación amorosa, terminará partiendo el corazón de uno y estará triste por sus actos, por eso no  quiere una relación con nadie, desea vivir en su tranquila soledad -que el mundo espiritual le enseñó- pasando por diversas experiencias con distintos seres que nadie encuentra. Es estudiante de danza contemporánea  y expresa todas las emociones que tiene a través de su cuerpo. Ante todos es introvertida y expresa sus ideas sin mirar a nadie, porque capta miradas con su presencia; solo cuando habla con Emilio muestra sus ojos, petrificando la mirada de su mejor amigo que la conoce desde hace cuatro años. Relación que ha sabido mantenerse por los gustos en común; la música, la cultura pop y el cine.

No ha sabido superar todavía la pérdida de uno de sus romances, Andrés. Usa a Emilio como psicoanalista para revelar todo lo que siente por el que una vez fue la última pareja que tuvo y la razón de su solitaria existencia.  Ella tiene un secreto que nadie sabe, ni a su alma le ha revelado el mayor de sus profundos conocimientos de sí misma; guarda entre copas de vino y el humo de varios cigarros el preciado secreto que anhela Emilio descubrir.

El café de Emilio - Andrés

Andrés es piel canela de corto pelo y anda vestido según los tiempos de su edad. No necesita respiros, él respira el aire de las que caen en sus labios y se enreda en sus pieles cuando tiene la oportunidad de que todo el mundo lo vea. Es un asesino en serie, quiebra corazones sin el mayor resentimiento. Busca placeres del momento que están a la moda, todas saben que es un veneno adictivo y sin cura, lo hace llamativo ser codiciado en la ilegalidad de los tiempos contemporáneos. Es inspiración de llantos para ninfas ilusas y uno de los mejores amigos de Emilio que paradójicamente es adicto al mismo veneno sin consumirlo.
Anda perdido entre lo que es correcto y malo, peca siempre cuando su cuerpo necesita carne nueva; sus deseos los hace realidad mostrándose ante la persona que desea y calla las dudas de otras con las palabras que aprendió de Emilio cuando le contaba todas sus anécdotas. Al parecer Andrés peca de inocente, pero en lo profundo de él, todo lo hace con una causa y efecto, sin errores, ni contradicciones.
Es un adicto compulsivo al cigarro, pero cuando se trata de engaños sabe como ocultar todas sus adicciones, hasta las más crueles de ellas. Es un músico de trova, recita canciones somníferas para la razón cuando ve a una presa resplandeciente. Anota todas sus víctimas en un diario público y cuando una ninfa recobra la razón, Emilio le da una dosis de consejos sobre el amor; como que todas las lágrimas que derramó, son pruebas de un verdadero amor. Esto se vuelve un ciclo de contradicciones que Andrés sabe aprovechar y usarlo a su favor, mientras Emilio no dude todos los consejos que da y Andrés no se sienta mal, porque al final de todo, Andrés, solo está disfrutando la edad ilusa en la que vive.

El café de Emilio - Emilio

Usa trajes grises para contrastar su barba parda lóbrega y  su nívea piel empalidecida; las ojeras bordean sus ojos, como radares que miran su contradicción.  Mira al vacío cuando no ve el dilema,  alza sus brazos para no ahogarse entre discusiones; porque él no sabe lidiar con sus voces y cuando lo hace se reprime en su asfixio. Sus voces lo condenaron a una soledad perenne que lo llevó a esa solitaria rutina de hablar al público sin qué comentar. No tiene hijos y no los poseerá, ha sido parte de su condena; quitarle el derecho de gozar su propia familia es uno de sus grandes problemas.
Es escritor urbano en una capital gris de América latina. Gana unos centavos con los malabares en la Avenida Angamos. Consigue muchas veces lo que quiere mediante la manipulación de una voz que le dice estratégicamente que hacer, 
y cuando cree haber hecho todo para que la voz esté cómoda, otra voz le fastidia.
Ha tenido un pasado misterioso que no recuerda, para complacer las voces que vio crecer dentro de él y entre tantas disyuntivas de estar con alguien o no, dispara su mente –como bala de cañón- al octavo cuarto del cielo sin los brazos abiertos. Aspira caer muerto y no sentir el porrazo del concreto. Internando sus esperanzas por las musas en una mazmorra donde los palomos agonizan al entrometerse en el humor de las fresas que se olvidaron sacar meses atrás. Emilio ha besado a tanta Julia en sus notas, pero ninguna en la realidad ficticia de esta historia y todas sus contradicciones románticas las escribe –después de contrastar lo real y lo ficticio- entre lágrimas negras. Vive en una encrucijada, perder la amistad de tantas relaciones que con el largo del tiempo han de desarrollarse en los relatos cortos, mientra bebe un café.

lunes, 16 de septiembre de 2013

El inconsciente

Y de nuevo hasta al amanecer, una tarde se alza y vuelvo a percibir la escarcha escarlata que derrame sobre tu blusa blanca. Embriagame con ese vino tinto o ese pisco acholado que no has abierto ayer y vamos a tocar las nubes por segunda vez. Como inconsciente, soy la parte del poeta que no debe quedarse callado y debe revolucionar este momento histórico en esta guerrilla de Word, ya dejando atrás el papel, ahora soy yo y no es él.

Le gustan las mujeres que hablan un poco de política de
Izquierdas, socialismo, comunismo; a él le da lo mismo. Espera mujeres que hablen de la indiferencia y un poco de astrología  acerca de planetas, galaxias y un infinito universo; con tal que suene a verso, dice. Eso creo.

Según él, las mujeres son tan dóciles para muchas cosas; por eso le  encanta cuando hablan de sus amores, pero detesta cuando no aceptan sus errores. Dice que fue porque muchas mujeres le enseñaron lo que saben y lo que se siente al perder la mente; de eso está consciente el que no sabe apreciar su mente, ni aprende de mí, su inconsciente.


Le gustan las mujeres que sientan, lo que él siente: emociones, sentimientos, ideas.-Todo esto tapando los agujeros hechos por los lamentos, siento que miento cuando hablo de esos sentimientos.
Le gusta que le hablen con fundamentos y divulguen su pensamiento revolucionario, mercenario o guerrillero amontonados en el escritorio de su hall. ¿Qué carajos es hall?  Ni sofás tiene el pobre huevón.


Las mujeres son tan inteligentes, podrían lavar su mente
me encanta cuando convencen fácilmente a mucha gente,
pero detesto cuando engañan y ponen a la gente contra tu mente,
Dice con tono heroico, barba de Fidel y aire de mártir, el hombre que se enamoró de una niña mala; a él nadie le dijo nada, cuando la besaba. Dejad que ellos pequen y no te metas en sus eses. Que no quisiera ver más de estas pelotudeces.  

¡Qué bella la mulata!

El sol limeño se durmió sobre una viña del mar, por las costas de Ancón nació una morena hija de africanos traídos de la emancipación. Era delgada, llevaba paso firme. Unos labios delgados colgaban de su frente, su cuerpo seducía a caballos de paso, sin necesidad de un hombre. Era imán de caballeros, devotos y pordioseros. Sus ojos oscuros y las ojeras resaltantes como búho intrigante llamaban la atención de todo hombre al mirar constante. ¡Qué bella la mulata!

Era la reina y al caminar derramaba sensualidad por todo el paseo colón, arrastrando nuestros deseos en sus bolsos multicolores con bordados afro peruanos. Con unos tambores ella movía las lentas y calientes caderas, como serpiente en el desierto se apoderaba de estas urbanas praderas. Caminaba con tulipanes en las manos; unos tacones lejanos y moviendo los brazos de lado a lado, con la cara levantada en son de un nuevo amor y la mirada abajo; recordando esos caídos piropos de un viejo amor que una estación se llevó en la última embarcación del Callao del año 1924, rumbo a Valparaíso, el mulato se escapó ¡Aquí estoy mulata!

Mientras las carretillas perdían el ritmo del tránsito con esas piernas fértiles que suspiraban compañía, las mujeres del jirón de la unión se hacían preguntas entre ellas, sobra esa chica de piel canela.
“¿Qué tendrá la muleta esa? ¿Qué tendrá de elegancia y libertad?” ¡Ser una diosa de plata, eso eres mulata!


Por no ser descortés un forastero de mediana estatura de poncho andino, nacido entre blancos respondió a su pregunta.
“La mulata no lleva los ojos pintados tratando de ser un búho, ella nació sin maquillaje, con el amazonas en su vientre y los ríos colgantes en su extensa melena. Nació sin construcciones, ni pellejos de leones. Es dueña de corazones, porque no está como loba detrás de los roba amores”




Ay mulata, morena ingrata
zamba que ataca, mirada que mata
cuerpo que hipnotiza y labios que martirizan.
Que puedo hacer, para tener tus labios
por primera y única vez.

Dime que tengo que recitar
para alejarme de estas monas blancas
que intentan reírse de ti;
seré tu esclavo, a cambio de una caricia tuya.

Negra te quiero en mi mente
acariciar los talones con mis labios
y en tu alma morir lentamente.


viernes, 13 de septiembre de 2013

El café de Emilio. - Peleas del sillón de verde.


El café estaba frío en el cuarto; el tono de luz acicalaba las paredes pintadas de blanco por algún pintor con un terrible miedo al vacío. Emilio ingresó al cuarto fresco,  acompañado de la voz de Micaela. Él se sentó en un sillón verde y la voz permaneció con el mismo tono dentro de la habitación.
-Debe tener problemas en casa –dijo Micaela-  tenlo por seguro que Julia anda por una mala situación, si se comporta así es porque está mal.
-Sí, entiendo, pero no es para que ponga cara de mierda, cada vez que la veo.
Emilio; orientó sus pupilas hacia el párpado superior;  juntó sus manos para albergar sus labios del céfiro y entre ese tiempo perdido sin respuesta, su mente paseaba por recuerdos de un pasado entristecido. Micaela echaba un vistazo por la puerta del cuarto; mientras leía artículos sobre unas clases de yoga en su tableta, mira a Emilio reprimido en el sillón verde y ella intentando recordar lo que una vez escuchó en un gurú, trata de hacerlo recapacitar la razón y dejar a un lado esos deseos de pasión.
La voz se despierta dentro de ella e ingresa de nuevo a la habitación.
- No se trata de eso, sino de entenderla. Ella te entiende cuando estás pasando en una mala situación. (Micaela ingresa al cuarto, como si de golpe se llevara por sus palabras)Yo te entiendo. Todas te entendemos (alza la voz como si Emilio no entendería nada y pierde el contacto con su propia paz interior).
- No, no, no, no. Espera. Tú (cogió la taza de café) me entiendes, porque yo no pongo cara de mierda cuando te veo. Hago como si no hubiera pasado nada. No me enojo, ni me estreso con  nadie. Solo me pongo un poco triste, tal vez, si es que ya no soporto el momento, entiendes.

Emilio se toma el frío del café, para llenar el vacío y los nervios que le genera saber que su conversación de desahogo se forma  una discusión y queja de una de sus amigas más cercanas. «Por qué tiene que hablarme así, si solo supiera que me atrae y me ha dejado de gustar Julia. Si solo supiera lo que siento.»
-Ay Emilio, las veces que tengo que soportarte –dijo Micaela como si su irá se fuera calmando, tal como los oleajes fuertes se van disipando - todas las cosas que dices y no digo nada. ¿Acaso eso no es la misma situación con Julia? «Por qué tengo que soportar todo esto, sé que lo quiero, pero no puedo soportar más de lo mismo»
La mira a los ojos, manteniendo firme su iris y su frente para que no miren a otro lado. Desmaya los nervios con su mente y su alma queda en coma.
-Ya, está bien. Dejémoslo ahí, hay que evitar todo esto.
Micaela lo mira sin nada que perder, sin nada que decir y luego expone sus palabras sin el debido juicio de preocuparse antes de hablar. -Está bien, pero no me digas algo para que no te responda. No pierdas el tiempo por las huevas y deja que haga lo que quiera con su vida, si es así tienes que soportarla. Es tu roche, para que te enamoras de ese tipo de flacas-  Micaela abre la ventana de la habitación y tu presencia se desvanece con el viento acorralado del cuarto.

jueves, 12 de septiembre de 2013

El lazo profundo.

Hemos viajado y cruzado las tierras desiertas, dando vueltas a montañas, respirando el poco aire que respiran las aves de las cordilleras por lazos que nos conectan con pueblos distintos, en una sola misión de consciencia y sensibilización. De esta manera, después de bajadas y subidas, llegamos a nuestro destino. Ayacucho.  En este pueblo que fue totalmente destruido por la violencia,  nos encontramos un Ayacucho distinto al que pensábamos. Es un Ayacucho que había salido adelante, dejando atrás todo ese sufrimiento, perdonando todo lo sucedido y buscando que sus comunidades estén unidas, para el desarrollo del pueblo con un cálida bienvenida a cualquier persona que llegue al pueblo.

Este viaje a Ayacucho nos muestra que el Proyecto Tarata de la municipalidad de Miraflores se ha descentralizado,  percibiendo   lo esencial del proyecto;  la participación  de más jóvenes en el Perú de cada comunidad, para que difundan y recuerden  su pasado. Sembrando consciencia de jóvenes a  jóvenes, prevenimos  que otra vez el terror se asome a la vuelta de la esquina y evitamos que la violencia sea la solución para los problemas sociales. Para no olvidar y  no permitir  que muchos jóvenes sean vulnerables ante personas que solo buscan  mentirnos con una fantasía  de “paz e igualdad”, mientras por debajo siembran el miedo para llegar al poder, como cualquier grupo que  solo  busca sus intereses políticos y no el bien de la ciudadanía. 


Dejando atrás el resentimiento, pero no olvidando lo sucedido. Lo que fue un proyecto de una comunidad, ahora lo es de otras y gracias a ello podemos percibir las distintas perspectivas de  un Perú dolido por el terror que sembraron los que una vez violaron los derechos humanos de sus ciudadanos, pero a la vez vemos un Perú que ha salido adelante y ha progresado. Fortaleciendo el desarrollo  Perú, creo  que este proyecto marca un antes y después en acciones gubernamentales con el apoyo de la participación ciudadana. Espero  que el proyecto siga expandiéndose en todos los rincones más remotos del país;  porque si fueron un grupo de “ciudadanos” los que generaron esta violencia, debemos ser los ciudadanos  los que debemos prevenir toda esta absurda  forma de participación política que se manifiesta con violencia, porque nuestra democracia no merece que el oportunismo político use la sed de miles de ciudadanos para engañarnos y dividir el Perú en ríos de sangre una vez más.