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domingo, 24 de marzo de 2013

Tu mejor beso fue el que no me diste.

Rodriguez en una tarde de Abril al ver el alba despejado y a Julia despojada de romances.

Eres un listón azul que recorría el pasto verde en la primavera de setiembre y yo la hierba mala de un cultivo, cuando de pronto un amigo nos presentó -sin pensarlo- sin enamorarnos; como si nos debíamos conocer en cosechas de florecimiento –sin conocer las fechas- los vientos soplaron por todas las direcciones, nos juntaron por un breve momento y luego jugaron con las distancias para que sea natural el proceso y no se note la aparición de un Dios en este fenómeno colectivo.
La realidad se presenta al final de las utopías, como créditos al final de una película. Si hablamos de todos esos besos, el mejor fue el que no sentiste y solo lo sentí en las fantasías; lo mejor de la vida es tenerte sin haberte luchado, haberte logrado a través de historias en las que creí y a pesar de que me creas un fracasado soy un ganador en el mundo irreal, absorbido por metáforas. Hay triunfos en esta vida que solo se consiguen a través de sueños y fantasías en las madrugadas cuando los delirantes cantan una canción al amor o cuando lo trovadores se embriagan con tequila y ron.

Esta noche esperamos los mejores resultados ante las desgracias y sé que no tendré lo que quisiera tener, pero es suficiente que en mi ilusión la aceptación sea aprobada por un espíritu que yo he creado, sin importar lo poco que tenga de real; es la imagen inexistente que me da el espíritu de poeta que necesito y utopías para la riña que debe continuar por horizontes al este y oeste como contraposición a la eterna maldición de un poeta y su eterna soledad. Cuenta la historia del hombre que no quiso negociar este tratado que yo quise superar con las circunstancias, tratado o maldición que quise evitar, el amor es algo ficticio que no sé cómo explicar, es la reseña de una asignatura que te dan cuando la realidad se vuelva cada día más poderosa.

martes, 19 de marzo de 2013

Julia, musa de Lima.


Voy de Miraflores al Centro de Lima
solo a verte una noche y nunca más.
Voy de Barranco a Lince
solo a conocerte una tarde y nunca más.

Camino toda la avenida y cruzo todas las pistas
mirando los arboles que ambientan la bonita avenida.
Camino todo el zanjón y cruzo todos los puentes
escuchando el sonido de los carros debajo del paseo de la República.

Excavo en todos los parques de San Isidro y San Borja
pensando encontrarte y luego atraparte.
Nado profundo en los mares de la costa verde y villa
planeando tu captura y luego obtener tu sabiduría.

No te encuentro, ni debajo del pavimento
No te busco, ni en la plaza Bolognesi ni en el cerro San Cristóbal.
No te quiero atrapar, ni te quiero complementar en el parque del amor.
No deseo que seas una estatua en el parque de la exposición.

Lo que quisiera es verte desde un piso 18 en el malecón,
por toda la costa de Lima en lo alto de la ciudad.
Lo que quisiera es pedirte como deseo en el puente de los suspiros,
por todo lo que anhelado de tu vida limeña.
Lo que quisiera es verte en el campo de Marte protestando,
por todo lo que una vez luché entre letras.
Lo que quisiera es verte al lado mío con el tiempo corriendo ,
por el tiempo que siga viviendo en la capital.

sábado, 9 de marzo de 2013

Diosa Morena


Desde las tierras del norte una dulce ninfa se dirigía a los montes de la serranía, para luego llegar a las costas del Perú a encontrar un nuevo mundo por el destino que acogía su familia.  Los vientos colgaban de su pecho y un fantasma -vieja compañía- vivía en su mente. Todo lo que ella había conocido se esfumó como una fuerte ventisca que arrasa con las hojas de un árbol de invierno; esto contaban los limeños las leyendas de esta dulce mujer; los recuerdos que dejó entre lágrimas sobre los ríos que transitaban por su recorrido.
Yo creía que era un mito su existencia; una diosa transformada en latina de piel café caminando por las orillas de Miraflores, hasta que la encontré una mañana cuando el sol se colocaba detrás de su rostro, como para hacer sobresalir su silueta y que sus ojos pudieran brillar como estrellas  en el fondo de su rostro que era muy parecido al universo. Su imagen me hizo creer que era la divina presencia de Venus en la tierra y su voz me hizo pensar que salían sueños, esperanzas, ilusiones y creencias, esparcidas sobre todo un pueblo dentro de mí. No sé si el destino habrá querido poner en mi camino esta fe, que se basa en ella -como los indios con la Guadalupe- o  había encontrado en ella la mujer perfecta de estas tierras, el rostro de la tierra en una sola persona, el dulce sabor de una ciruela dentro de un limón. 

Cercano a ella, de pie y con mi alma arrodillada ante ella, le dije que mi libertad ofrecía por su amor, una esclavitud sin goce de descanso; dejaría pensamientos antiguos y por ella con fervor escribiría de noche y día, sin comida ni agua, solo ella y su encanto.
Me miró y vio hacia los mares aclarándome que ya tenía un romance con un Dios con el que no podía competir, que vivía lejos el futuro padre de sus herederos -descrito por el mismo futuro- y extrañaba el calor de sus brazos aún en tiempos de verano, descrito por el mismo clima.
Todo lo que brotaba de ella eran esperanzas y utopías que podían ser realidad con manifestaciones divinas, por lo tanto, estoy seguro que si ella se manifestó y pudo desparramar palabras hacia mí, pueden haber otros milagros que bendigan mi alma por el resto de esta vida como están sucediendo.
Mientras en mi subconsciente ya las semillas de una nueva idea crecían, autocríticas, etc.
Llegué tarde o tal vez llegué en el momento indicado, tal vez soy el demonio rebelde de esta religión o un semidiós que se lleva a esta Diosa hacia mis experiencias como ciudadano de Lima, el caso está por verse, porque no tardó mi vida para colocarla en un altar de mi alma;  era una musa más que mi paganismo debía apreciar sin tocarla, una extraña novela que se escribe con el pulso de mi corazón y la eterna desesperación de convivir en las mismas tierras con la morena.