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miércoles, 2 de octubre de 2013

El café de Emilio - La presencia de Julia.

Era un día pasado de copas en la calle alcanfores donde los postes alumbran el asfalto hecho por un alcalde olvidado por otras gestiones, cuando Emilio caminaba por ellas abrazando el olvido;  dos de sus amigos cercanos desaparecidos y la indiferencia de Julia. No pretendía recordar lo que olvidó y tampoco deseaba olvidar lo que había recordado, caminaba solo para vivir un nuevo presente marcado por los besos de hace dos semanas.  “¿Y ahora qué debe pasar en estos días, para reconocer la realidad?”

Mientras iba caminando, vio en el futuro de sus pasos una silueta que extrañaba en sus sueños. Pelo largo negro, ojos encuadrados entre lentes y una piel nívea que iluminaba el cielo, resplandecía la siguiente cuadra de Alcanfores. Era Julia la chica de sus llantos y el secreto de sus amigos, recordando sin pensar a Micaela y Andrés. 
Se acercaba el néctar de sus poemas y sus conversaciones;  los ojos de Emilio se tornaban carmesí, cuando un "hola" emocionado recompuso a Emilio en un distinto 
principio  al que ya había vivido con ella.
-Julia, cómo estás.-  No sabía que decir él con la voz estremecida por el saludo de ella. Esperando un beso o un abrazo, por lo menos una mirada de aprecio, pero el rostro insensible de Julia sin una chispa de amor dejaba a Emilio en una espera trágica. Ella veía en el rostro de Emilio, la trágica mirada ilusoria y tenía que ser ella la que acabe con todo ese cuento de ficción.
–Bien, comprando unos libros para las nuevas clases y  esperando a Rodrigo. ¿Qué haces por aquí?-
Julia apoyaba su mirada en el recuerdo de esos besos clandestinos que las noches de Domingo Orué se llevó con el nuevo romance que tenía entre manos su corazón. Inducía una nueva historia, nada que ver con el amor de los besos apasionados que se dieron. Dejando a Emilio en la duda rumbo al declive. 

-Y Rodrigo es…- Solo la respuesta de Julia  frenó a Emilio en un nuevo desenlace cayendo en un profundo abismo al prender un cigarro cuando escuchó “Mi enamorado” y darse cuenta que el resucitado romance había terminado con el beso en la frente.
Fingiendo las sonrisas y la sorpresa, como arte de un poeta decepcionado. Intento indagar más en la historia de Julia. -¿Cuánto tiempo van?-  Solo saber que hace unos dos meses atrás conoció a Rodrigo en un club de cine en Miraflores al ver una película de Almodóvar y hace una semana un colapso de ilusiones entre esos dos moribundos necesitados de amor, etiquetó su celebración del primer día, mientras el pasar de los días hizo fuerte su relación atravesando los mismos problemas que vivió Emilio con ella, pero en este caso el breve tiempo hacia de las suyas; lo dejó en un shock de desilusiones al sabor de su propia saliva, mientras pasaba por su garganta toda ese agrío sabor de no haber sido él, el elegido y amar a Julia amante de Rodrigo en tan corto tiempo; muy distinto a todo el esfuerzo y empeño de Emilio, por tratar de aferrarse a sus brazos una vez más.

La presencia montada en un caballo que imaginaba Emilio de Rodrigo bebiendo café agitó sus latidos con un beso de este ser de la nada a Julia y un apretón de manos al pobre desilusionado lo dejó crucificado cuando Julia se despidió del pobre poeta, después de presentarlo entre miradas que solo los antiguos amores reconocen a los nuevos reyes de esas tierras que fueron exiliados por el viento que se llevó la llama de una vela que colocaban a Cupido para que ese amor terrenal fuera para siempre.

Emilio se encontraba solo de nuevo, perdido en Alcanfores con las esperanzas marchitas y olvidando lo que hacía por esas calles, prendió un cigarro y recordó la frase que encasilló su destino por el chino de la bodega . “Al parecer está maldito enamorarse en Miraflores durante los años mozos.”
Mi alma se desmoronó al paso intentando sujetarse del corazón, pero el dolor fue más fuerte que la fuerza externa. Hecho de piedra, me sumergí en un llanto de lava. Quebrandome, como un pedazo de vidrio enpolvado. Era una vez más el amor vestido de muerte el que me pedía dejar este mundo, pero fue mi soledad la que me pidió quedarme con ella. Recordé a mis amigos, me olvidé del vacío que dejaron por su egoísta relación y traté de comunicarme con ellos; para por lo menos estar acompañado en estos solitarios días.