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miércoles, 21 de marzo de 2012

El poder del joven de camisa amarilla.


El es un político frustrado con ganas de caminar por palacios y municipios, un mendigo que trato de sacar la espada de la piedra pero no lo logro, un cantante sin voz, un pintor sin arte,el menos preferido de los romances diplomáticos y el más cruel de los atorrantes.

Cantara y criticara todo lo que se le venga en gana, pero al final tal vez se dará cuenta que solo acabara en una esquina del paseo Colón vendiendo afiches de su partido imaginario, donde él es subsecretario.

Va de un lado para el otro conversando con su celular, hablando con su mente y su conciencia a la vez, para que se sienta alguien importante, tal vez. Va alzando la voz por doquier, con amigos imaginarios de su propio partido creados por él.

Perdido en una locura, una agonía de poder, el de la camisa amarilla esta sudando ansias de poder por la espalda con la corbata dorada que lo hace alucinar un magnate corporativo de un partido no elegido, en su quijada una que otra paliza no le ha caído por ser tan bufón y critico a la vez.

Con su voz pronunciada de mitin de campaña, lanza discursos escritos en su mente por un autor no de talla decente ni prudente, critica al que lo refuta y apoya al que lo usa, porque es un utensilio de cocina que solo sirve para nutrirse de poder, llenarse el estomago de halagos sin proponer una cita de noviazgo.  

Se respalda detrás de cuadros por donde él suele ver, pues al mostrar la cara a una persona trata de cambiar de mascara para obtener un voto con fines de lucro, un voto para ayudar al pueblo de su bolsillo, al gobierno de su delicada y emergente nación dentro de su billetera.

El de la boca colosal y los oídos pequeñitos, con una mente que no piensa en otras frentes, enfocado en si mismo solo va de frente, sin horizontales donde girar, sin verticales que apreciar. Va de frente porque su mente se formo así por casualidad, un nuevo Hitler en plena pubertad.

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