A ti madre.

Eres la tierra fresca de este planeta,
la esencia de vida donde prosperan semillas
un arroyo transformado en océano,
la escena más sensorial de la vida.

No me quejo de tenerte a ti como soberana
porque  es cuestión de cómo forjamos la bandera del amor
nuestro silaba de esta larga conexión.
Proyectada entre montañas de encantos y recuerdos.

Eres la reina nativa de mi selva en vida,
el repentino sabor de aprecio,
transitando por brisas de endosa distancia
convirtiéndome de una masa inerte a la vida fuerte.

Tengo rutinas gracias a ti,
una sociedad fría de la cual tú enardeciste por mí.
Tú la única mujer convertida en arriero para forjar mi camino
el infalible sendero de la libertad y seguridad.

Madre hoja de parra y piel llana,
cabello cansado de la juventud y adultez que has desfilado
mente llena de pólvora cambiada en experiencia,
mina de adhesión de donde solo se extrae el verdadero fruto.

Ante tu gloria, como agua eres.
Ante tu presencia, la vida sigue.
Ante tu canto, la humanidad continua.
Ante tu misericordia y lucha, vamos adelante.