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sábado, 18 de febrero de 2012

Es acaso el cielo.


¿Qué nos quiso decir la verdad de la mentira? ¿Qué nos quiso decir la honestidad de la hipocresía? Es acaso el fango naranja que se enmaraña en el violeta meloso de las nubes jaladas por dedos universales o es acaso la nitidez de los colores que tan nítidos y resaltantes son donde abundan en laterales poco colosales como lo hace el amor.

No es por falta de práctica, ni falta de experiencia dejar de ver el cielo es cuestión de cansarse con la mente y rendirse con la vista, no acostumbran a sus hijos a ver el mar de los ángeles, ni el deseo de los demonios profundos que excavan en el aura. Si no es posible que instruyamos a nuestros herederos como vamos a querer instruir al amor, como el nos instruyo a nosotros. ¿No es lo suficiente profundo el matiz de los colores de fondo del fango naranja y el violeta meloso sobre las nubes? ¿No es acaso cuestión de gustos y pensamientos el sabor del cielo?
¿A que sabrá el cielo? es una pregunta que me hago cada atardecer, tal vez con el tiempo aprendí a saborear el cielo de verano. En las noches sabia a una picante noche, por las mañanas a un agrio despertar, tardes que recuerdo, tardes de un dulce bienestar.

Sabores que la lengua de mi mente analizaba han sabido colocar en su respectivo lugar, verdaderamente no sé a que sabrá el cielo para ustedes, a mi me gusta el cielo en el atardecer con fango naranja y un meloso violeta, que me deja amar a la persona que debo amar
y que me deja fluir entre charcos de espuma concreta para los que se han olvidado de recordar.

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