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martes, 18 de septiembre de 2012

La Geopolítica de un Corazón.

A ella la conocí en el sur de América, donde todo vale y lo que no vale es un finito hecho nunca , como el fin del gobierno de Castro; con tres tragos  la convencí  de perdernos en el Tahuantinsuyo entre hojas  tricolor y una fusión criolla cantada por un liberal con prosa socialista; mientras este cantaba yo la trataba de abrazar con mis brazos de hojas secas, los cuales se caían al suelo en cada viento que ella agitaba al respirar, como si el otoño hubiera engañado al clima, a la ciencia de las constelaciones  y del cuerpo humano, en pleno calor de verano amazónico.

Viajamos en la mina de una montaña explotada, mientras ella hablaba de su enamorado y el extraño acento turco-ingles de este; todo el recorrido fue este muchacho de acento raro que me fastidiaba completamente cuando ella decía sentir por él, lo que ella no siente por mí; su bufanda importada y su chullo de marca eran las cosas que ilusionaban a la pobre muchacha; mientras yo solo tenía mi unicornio que chacchaba coca y mis collares a mano ¿Qué podía hacer con tal prestigio comparado a mi humilde vida burguesa barata? Matarlo o llamar a Stallin para que él se encargue de este germen sucio traidor al proletariado de mi amor o quizá beber hasta morir ayahuasca en la cima de una colina y tropezarme con las ruinas de Machu Picchu, tal como caen los precios en Grecia -en el entorno de usted  persona rara que lee esto -o como caían los mayas en México, pero en fin ¿Qué solución a mis inoportunas oportunidades tendré?

Lo que sé, es que tengo oportunidades que he desperdiciado y a pesar que jalé en el curso de coraje que esta extraña preparatoria para la muerte me recetó, voy volando con mi libro de gramática en la mano, para decirle las cosas más claras que existen entre los sinónimos de transparencia y antónimos de nitidez,  esperando que su ignorancia por conocerme cambie y  me hipnotice brevemente con su profundo aprendizaje, mientras  que mi pelo se transforme en un albañil turco con rasgos hindúes y mi barba sea el pasto que pisen sus labios; posiblemente con esto tendré un beso de ella, si es que ella mira en mí, lo que no miro en él.

 La fantasía utópica – es una característica en materia bruta de mi ser- es algo que espero que no mires con lupa; mi prepotencia ego centrista, como mi tiranía por el saber lo todo, las puedas vender en la antigua república soviética, para cuando termines de venderlas, ya aprenderemos a vivir juntos en este siglo XXI, buscando soluciones a quizá alguno que otro conflicto social que toda relación entre dos personas surge.

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