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domingo, 30 de septiembre de 2012

La mosca


Mi padre había salido a comprar el té de todas las cenas y yo me había quedado en casa esperándolo,  no tenía ganas de salir. Era una tarde de viernes de esas, en las que no quería salir de mi casa y lo único que hacía era contar los carros que pasaban al frente de mi ventana. 

En lo que de pronto miré a una mosca sigilosamente sin mover la cabeza  volando  por la calle. Era ella –sorprendido e inquietamente molesto en mi mente- la mosca que solía besar a la chica que amé por un año  estaba al frente -en la calle transitando- así que me pareció curioso que esté a la vista de mis ojos. De rato en rato volteaba la mirada hacia los postes, para que no se dé cuenta que no la estaba mirando. Fue tan raro todo, ella estaba ahí  dejando de fluir sobre los vientos para sostenerse sobre el suelo frívolo. Dibujó una flor en  la vereda de la calle de mi primer beso con un lápiz de alegría fosforescente y escribió al costado algo que hablaba del amor a la realidad y la muerte de la fantasía, temas que siempre ella hablaba con el fantasma de una hormiga y se fue. 
Yo salí tranquilamente con un paraguas a leer lo que había escrito, por lo cual les dije lo que les acabo de contar.

Yo no comprendía nada, ni los cuentos que me narraba el fantasma de la hormiga que se trepó por los besos  de muchos individuos y describía el aroma de sus almas colectivas cantando casualmente un mantra en su soledad. Ahora que lo pienso, era la hormiga una solitaria violinista que residía en el Edén de los amores inexistentes que se posan sobre esta calle y yo una pobre mosca sin corazón para comprender en mi corta, pero larga vida -a comparación de otras especies- el significado de la palabra amor, para poder dar un concepto de tal palabra que siempre generó polémica
.
El amor no existe y la fantasía muere al pensar que este no existe. Eso  y otras cosas me decía el fantasma de la hormiga con un tono muy terco, lleno de gestos desesperados  que a veces parecían rasgos de una extraña enfermedad psicológica que abundan en los hombres, la esquizofrenia de creer que el amor esta en todos lados y siempre te habla. Lo único que aprendí  de sus cuentos, era no entenderlos y  que  la vida es de una dimensión reajustada que solo puedes conocer una vez y luego mueres, para al final perderse en el olvido cotidiano de la ingrata humanidad;  tal así como el llanto de un recién nacido sin madre, es acogido por extraños insatisfechos por su aparición.

Qué extraño era escuchar al fantasma de la hormiga, era como si pudiera hablar con una sabia muerte inerte que siempre piensa, pero no toma acciones en la vida cotidiana de las personas. Era como conversar con mi mente, pero sin ser mi mente. 
Después de pensar en sus palabras, me di cuenta que debo amar a la realidad desde una ficción, ese fue  el motivo de mi amor -porque no existe lo que siento por ella, porque es una ficción y en las ficciones el amor si existe- pero en esta realidad que describo, el amor tiene un profundo significado como un simple concepto, por eso la amo, por su ficticia existencia.

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