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jueves, 6 de septiembre de 2012

Tú, versatil condena.


Eres una condena terrible, bella y con otro rostro que al crecer resplandece, como resplandece el sol cuando es primavera por la tarde, al pasar el viento de las seis de esta; condena gratuita y obligatoria que no halló campo en la libertad y se vino a mi alma a pecar.
Eres una condena profunda, turbia y llena de esperanzas; profunda porque  no se te conoce a primera vista, ya que eres una noción amplia como las raíces de los arboles más viejos que en las noches expanden sus cuerpos en la tierra húmeda que la dejó así al regar el agricultor en la tarde; turbia eres por la actitud enredada de confusas complicaciones que pones como semillas en el campo  al vagar por mi corazón y llena de esperanzas porque cada vez que te rezo no apareces, pero entre las transiciones de estaciones siempre te me manifiestas con una toga invisible que solo yo y mi alma podemos ver, tal cual como perturbada conciencia  de la vida que llama a la muerte al nacer.

Como cual verbo a sinónimo, te convertiste de un castigo a una persona; esto creo que solo sucede entre mis ojos, mientras los pensamientos colapsan en un abismo hondo de sombras y luces que no dejan ver el espacio ni el tiempo donde uno está situado.
Condena que entre las sombras de mis sonrisas te escondes, mientras saludo a mis ajenos compañeros –que como frutos caen sobre esta tierra árida- los cuales por suerte no encierras en este tormento perverso del destino, pero natural como tus acciones de buena intención.

Condena idolatrada y pagana; idolatrada porque trato de cubrir las rajaduras de tu cuerpo con mantos de borde dorado y plateado, así como en el cielo, la noche es menos triste con las estrellas y la luna –que dios puso- abriendo paso a los senderos oscuros de la creatividad melancólica de los hombres de un inoportuno desenlace, el cual parece que si sigo en este rumbo tomaré también; pagana eres porque no solo estás tú -están tus otros tú-  Paloma, Ángel, Pegaso y otros más que no me acuerdo;  es ese mi pecado, no recordar los demás significados de tus alter egos y no haberlos pintado con tinta permanente sobre mi memoria bañada en alcohol y espesa -por las cenizas del cigarro- que acabé el domingo de otoño, día que no me acompañaste a sembrar las flores muertas sobre el concreto en mi escéptica fecha.

Es complicado entenderme Condena, complicado como lo que acabo de escribir,  porque solo una persona que ha sufrido lo razonable podrá comprender estas letras acicaladas hechas por la eterna muerte que agitó el cadáver de mi anterior vida, antes de nacer;  no sé, si esa es tu condena, no poder entender mis mensajes confusos o es otra que mi mente no se imagina.

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