Eres
una condena terrible, bella y con otro rostro que al crecer resplandece, como
resplandece el sol cuando es primavera por la tarde, al pasar el viento de las
seis de esta; condena gratuita y obligatoria que no halló campo en la libertad
y se vino a mi alma a pecar.
Eres
una condena profunda, turbia y llena de esperanzas; profunda porque no se te conoce a primera vista, ya que eres
una noción amplia como las raíces de los arboles más viejos que en las noches
expanden sus cuerpos en la tierra húmeda que la dejó así al regar el agricultor
en la tarde; turbia eres por la actitud enredada de confusas complicaciones que
pones como semillas en el campo al vagar
por mi corazón y llena de esperanzas porque cada vez que te rezo no apareces,
pero entre las transiciones de estaciones siempre te me manifiestas con una
toga invisible que solo yo y mi alma podemos ver, tal cual como perturbada
conciencia de la vida que llama a la
muerte al nacer.
Como
cual verbo a sinónimo, te convertiste de un castigo a una persona; esto creo que
solo sucede entre mis ojos, mientras los pensamientos colapsan en un abismo hondo
de sombras y luces que no dejan ver el espacio ni el tiempo donde uno está situado.
Condena
que entre las sombras de mis sonrisas te escondes, mientras saludo a mis ajenos
compañeros –que como frutos caen sobre esta tierra árida- los cuales por suerte
no encierras en este tormento perverso del destino, pero natural como tus acciones
de buena intención.
Condena
idolatrada y pagana; idolatrada porque trato de cubrir las rajaduras de tu cuerpo
con mantos de borde dorado y plateado, así como en el cielo, la noche es menos
triste con las estrellas y la luna –que dios puso- abriendo paso a los senderos
oscuros de la creatividad melancólica de los hombres de un inoportuno desenlace,
el cual parece que si sigo en este rumbo tomaré también; pagana eres porque no
solo estás tú -están tus otros tú- Paloma, Ángel, Pegaso y otros más que no me
acuerdo; es ese mi pecado, no recordar los
demás significados de tus alter egos y no haberlos pintado con tinta permanente
sobre mi memoria bañada en alcohol y espesa -por las cenizas del cigarro- que
acabé el domingo de otoño, día que no me acompañaste a sembrar las flores
muertas sobre el concreto en mi escéptica fecha.
Es
complicado entenderme Condena, complicado como lo que acabo de escribir, porque solo una persona que ha sufrido lo razonable
podrá comprender estas letras acicaladas hechas por la eterna muerte que agitó
el cadáver de mi anterior vida, antes de nacer; no sé, si esa es tu condena, no poder entender
mis mensajes confusos o es otra que mi mente no se imagina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario