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martes, 11 de septiembre de 2012

Martes, como aquel Martes.


Hoy es martes que lleva más de cinco mil almas, que con dignidad se encontraban en un estadio con la frente limpia y un espíritu en la moneda -como aquel martes del 73- donde la gloria se le fue arrebatada al pueblo por la mano bruta de acero, que solo cedió a los intereses desesperados de una potencia y en la estrella de su pecho clavó el rojo puñal del infinito destino de una enfermedad cruel que tal como gangrena se expandía por toda América Latina.

Martes cruel de invierno que Lima no sintió, que yo no viví, pero que supe conocer gracias al conocimiento que a uno se le brinda al dejar la ignorancia y probar la rebeldía de los juicios críticos al saber de la historia; como este interés que muchos jóvenes sienten, protestan y recuerdan cada 11 de setiembre cuando aviones de papel destruían el sueño del voto de 1970, no es por nada que nuestro corazón critico y observador ve con enojo lo sucedido esta fecha y no lo digo por lo sucedido en el 2001, sino por lo que pasó con Allende y el gobierno de las masas, cansadas de haber sido indiferentes a los gobiernos que solo brindaban respuestas a pocos y no a todos; digo también que no me refiero a lo sucedido el 2001, el cual, el acto es totalmente condenable, por no buscar una solución mediante el dialogo y simplemente generar violencia, mas violencia de la que ya tenían, pero esto lo hizo un grupo de árabes radicales, un colectivo con carecimiento de conocimiento, a diferencia de lo hecho en el 73 que fue hecho por un país –la águila convertida en potencia capitalista demócrata que luchaba contra el oso hecho potencia comunista popular- esa águila que tomó vuelo sobre América Latina y se transformó en una terrible pesadilla para los Incas, un extraño cóndor norteamericano que desfiguró a Chile, por sus propios intereses; no he hablado de la cantidad  de las muertes pero sí de la violencia que se expande y aniquila cualquier clase de obra hecha por el hombre, desde el canto al poema y el dolor a la pena.

Recuerdo Allende, Neruda, Jara, los desaparecidos y a los que se tuvieron que ir de su país por la terrible dictadura que inició ese mediodía color gris  en Chile, trajo progreso y oro en grandes cantidades, para que se sienten los señores sobre nuevos asientos, pero no trajo desarrollo solo trajo crecimiento. ¿De qué sirve un hombre grande y alto, si por dentro su cuerpo no tiene fuerza, ni inteligencia? ¿De qué sirve un hombre con altas calificaciones sin tener un propio juicio crítico?

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