Hoy es martes
que lleva más de cinco mil almas, que con dignidad se encontraban en un estadio con la
frente limpia y un espíritu en la moneda -como aquel martes del 73- donde la
gloria se le fue arrebatada al pueblo por la mano bruta de acero, que solo
cedió a los intereses desesperados de una potencia y en la estrella de su pecho
clavó el rojo puñal del infinito destino de una enfermedad cruel que tal como
gangrena se expandía por toda América Latina.
Martes cruel
de invierno que Lima no sintió, que yo no viví, pero que supe conocer gracias al
conocimiento que a uno se le brinda al dejar la ignorancia y probar la rebeldía
de los juicios críticos al saber de la historia; como este interés que muchos jóvenes
sienten, protestan y recuerdan cada 11 de setiembre cuando aviones de papel destruían
el sueño del voto de 1970, no es por nada que nuestro corazón critico y observador
ve con enojo lo sucedido esta fecha y no lo digo por lo sucedido en el 2001,
sino por lo que pasó con Allende y el gobierno de las masas, cansadas de haber
sido indiferentes a los gobiernos que solo brindaban respuestas a pocos y no a
todos; digo también que no me refiero a lo sucedido el 2001, el cual, el acto
es totalmente condenable, por no buscar una solución mediante el dialogo y
simplemente generar violencia, mas violencia de la que ya tenían, pero esto lo
hizo un grupo de árabes radicales, un colectivo con carecimiento de conocimiento,
a diferencia de lo hecho en el 73 que fue hecho por un país –la águila convertida
en potencia capitalista demócrata que luchaba contra el oso hecho potencia comunista
popular- esa águila que tomó vuelo sobre América Latina y se transformó en una
terrible pesadilla para los Incas, un extraño cóndor norteamericano que desfiguró
a Chile, por sus propios intereses; no he hablado de la cantidad de las muertes pero sí de la violencia que se
expande y aniquila cualquier clase de obra hecha por el hombre, desde el canto
al poema y el dolor a la pena.
Recuerdo Allende,
Neruda, Jara, los desaparecidos y a los que se tuvieron que ir de su país por
la terrible dictadura que inició ese mediodía color gris en Chile, trajo progreso y oro en grandes
cantidades, para que se sienten los señores sobre nuevos asientos, pero no
trajo desarrollo solo trajo crecimiento. ¿De qué sirve un hombre grande y alto,
si por dentro su cuerpo no tiene fuerza, ni inteligencia? ¿De qué sirve un
hombre con altas calificaciones sin tener un propio juicio crítico?
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