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sábado, 23 de noviembre de 2013

Lloro por verme feliz.

Los sueños se pierden con el tiempo, en el silencio de los dieciocho hombres. Se van desvaneciendo, como el humo del cigarro. Las tintas van acabando con la imaginaria utopía de una meta y el papel terminó la historia sin un final. No sé a quién acudir, necesito una voz y la soledad otra vez insiste a la necesidad de ser una fría amiga cuando pido compañía.
El amor por mí se ha hundido en una crisis de ocaso y el solitario sueño se va apagar, mientras lloro por verme feliz, en una frustrada resurrección como escritor.

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