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lunes, 18 de noviembre de 2013

El café de Emilio - Sin permiso de conducir.

Eran los días de invierno empujando a un Agosto pensativo al exterminio del deseo masivo, de los que una vez anhelaban esa estación a una primavera olvidada en los cajones donde se guardan los polos de septiembre. 
Una gélida mañana en la cuadra siete de Grimaldo del Solar, los pretendientes cansados por la rutina recorrían la avenida sin mucho entusiasmo en sus bicicletas esperando un sol de septiembre que nunca llegaría. Diez cuadras después, fueron las que terminaron con el intento de Micaela por hacer ejercicios al sentir las piernas adormecidas; los músculos hinchados y el aire escapando por su boca agotada; acompañada de Andrés en el Malecón de Armendáriz. Aunque la gracia ácida de Andrés hidrataba el cansancio de Micaela, improvisando la letra de una trova burlesca, despertando los deseos por él una vez más, mientras los ojos de Micaela le sonreían a Andrés.
Él acomodó su bicicleta, para luego sentarse en el muro de ladrillos rojos del malecón -que llevan de vez en cuando una firma de amor en sus viejas pieles-. Miró a Micaela con una sonrisa de armonía, sin creer lo que él -un pendejo de nacimiento, con un historial de muslos que han pasado por sus piernas-. Iba a pensar de ese incógnito momento «Ni cagando me gusta esta flaca. Es hermosa, pero... Veré que hago con Viviane y Nicole» Las miradas entrelazadas de armonías y risas, entre bromas generaron la reflexión de Micaela y los pensamientos sobre él. Al grado de desear introducirse en su mente o solo confiar en las palabras de Andrés y en las drogas tóxicas para la razón. Una mezcla exacta para ella. Siendo para Micaela una elección y no el contenido que llena un vacío del alma. Andrés era elegido por su gracia, arte y atractiva beldad. «No sé que espera para besarme» Intranquila, pero siendo tranquila; deseaba esos labios.


Hasta que de pronto, en ese momento en el cual los labios se acercaban, aunque el tramo era largo entre historias de protestas, se escuchó un “¿Qué hacen aquí?” Partiendo las sonrisas de los dos, en un nuevo pasaje. 
-Oe, men qué haces tú aquí. Jajaja-. Intentando distraer a Emilio en un no-sé-qué-decir. Andrés tuve que mentirle de una forma instantánea, para no hacerlo sentir mal.
- Lo mismo pregunto-. Decía Emilio defraudado con la mirada perdida, esperando el saludo que nunca llegó de Micaela.
- Nada, men. Estaba paseando en bicicleta y cuando de pronto me encontré con Micaela y así paseamos juntos.- 
Emilio sabía que era engañado y que para mentiras a patas, Andrés no era ningún capo.   - Ah bueno. Yo estaba yendo a la casa de Julia, para dejarle unas cosas.-
Micaela para escapar del fraude notorio, intentaba sacudirse de Emilio de encima sin mencionarlo.-Andrés ya me tengo que ir ¿Vamos?- con un preciso retoque en la mirada, Emilio sabía que no estaba invitado y Andrés se despidió con un hablamos-mas-tarde. 

Al perder a Emilio de la vista. Micaela le dijo a Andrés que se iba a su casa fuera de mentiras, sin perdidas de tiempo y que cuando el tiempo sea solo para él, él la vaya a buscar un día, solo. Sin almas que lo acompañen, porque ella buscaba al personaje principal y no a secundarios. Andrés entendía a lo que se refería. Se dejó llevar por las cachetadas mentales que lanzaba Micaela y se enredó en su propio juego de dopaminas, enganchado por lo erótico y romántico de ella, cuando aceptó con el “No te preocupes, no volverá a pasar” y una sonrisa de aceptación-sin-ser-aceptada sabía que dejaría por un tiempo de ver a su amigo y perdería el tiempo en ella o tal vez lo ganaría en esta nueva presa rebelde que le sumaría puntos en sus conquistas infinitas.

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